Comentario Pastoral
LA NOVEDAD DEL AMOR CRISTIANO

Los textos bíblicos de este quinto domingo de Pascua hablan de «novedad». «Vi un cielo nuevo y una tierra nueva» dice el Apocalipsis. «Os doy un mandamiento nuevo» afirma Jesús. Después de veinte siglos de historia de la Iglesia de práctica y vivencia del mandamiento primero y principal de la ley, ¿se puede hablar sinceramente de «novedad»? ¿No suena a tópico decir que la novedad cristiana se traduce en la palabra «amor», palabra tan exaltada y a la vez tan desgastada? ¿Cuál es la novedad del amor cristiano?

Evidentemente que el amor no es algo nuevo. El afecto, el gozo, el cariño, la pasión, el consentimiento son la expresión constante del amor humano. El amor es sentimiento imperecedero del hombre en la tierra. La novedad cristiana de amor está en la referencia «como yo os he amado», que manifiesta su perfección y su meta. El amor no es una fría ley, no se puede reducir a un organigrama caritativo y a una institución social, no debe someterse a un calendario con días fijos para amar, no admite límites cortados por un reglamento, una campana o un reloj. El amor auténtico germina y vive siempre en la libertad de poderse expresar siempre.
Cristo nos amó hasta dar su vida. Por eso tiene sentido que el cristiano se consagre al servicio exclusivo de sus hermanos hasta la muerte de uno mismo.


Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Tanto amaste al mundo, Padre Santo, que, al cumplirse la plenitud de los tiempos, nos enviaste como salvador a tu único Hijo.

El cual se encarnó por obra del Espíritu Santo, nació de María la Virgen, y así compartió en toda nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo.

Para cumplir tus designios, él mismo se entregó a la muerte, y, resucitando destruyó la muerte y nos dio nuestra vida.

Y porque no vivamos ya para nosotros mismos, sino para él, que por nosotros murió y resucitó, envió, Padre, desde tu seno al Espíritu Santo, como primicia para los creyentes, a fin de santificar todas las cosas, llevando a plenitud su obra en el mundo.


Plegaria Eucarística IV


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 14, 21b-27 Sal 144, 8-9. 10-11. 12-13ab
Apocalipsis 21, 1-5a San Juan 13, 31-33a. 34-35

Comprender la Palabra

Las Lecturas Bíblicas de los Domingos de Pascua, a diferencia de los Domingos de Cuaresma, no están escogidas unas en función de otras. Hay sin embargo entre ellas una relación de fondo: está latente el Acontecimiento de la Pascua.
Por feliz coincidencia en la 2ª Lectura y en la del Evangelio, este Domingo, encontramos repetida la palabra “NUEVO”. TAMBIÉN LA PALABRA “GLORIA” (GLORIFICAR) que es afín a la palabra “nuevo”. Sólo lo nuevo brilla.
Los Domingos V y VI de Pascua la Lectura del Evangelio, en los tres ciclos A, B y C, está tomada del Discurso-Coloquio de Jesús con los Apóstoles en la sobremesa de la Última Cena. Las palabras del Señor tienen plenitud de sentido a partir de su Resurrección. El domingo V de Pascua (ciclo C) escuchamos precisamente el comienzo, a partir del momento en que Judas se levanta de la mesa y se retira; sin duda para preparar el Prendimiento de Jesús en el Huerto de Getsemani. Es entonces cuando Jesús exclama: “Ahora es glorificado el Hijo del Hombre…” Glorificado por su Muerte Gloriosa; glorificado por su entrega gloriosa hasta la muerte, hasta la Resurrección Gloriosa. Novedad perenne.
Cristo, glorificado por el Padre por su amor hasta el extremo, es el Hombre nuevo, Cabeza, Piedra fundamental, de la Nueva Humanidad – “la nueva Jerusalén”- más allá de este mundo, plenamente realizada, son el “cielo nuevo y la tierra nueva”. Es “el Universo Nuevo” según la Visión-Revelación de San Juan, que él nos describe en su Apocalipsis (2ª Lectura). Es la Iglesia Gloriosa, en la que está vigente “el Mandamiento Nuevo”.
“La Nueva Jerusalén – la ciudad santa-, que desciende del cielo, de junto a Dios”, sale al encuentro de la Iglesia que peregrina por este mundo – la Iglesia en su primera fase – Son, v.gr., las iglesias locales que Pablo y Bernabé van fundando en su Primer Viaje Apostólico, “animando a los discípulos y exhortándoles a perseverar en la Fe”. (1ª Lectura).
“En cada Iglesia designaban presbíteros , oraban y ayunaban…” Hay en estas palabras una velada alusión al Sacramento del Orden. Los presbíteros, ministros al servicio de las Comunidades Cristianas, – grata novedad – actúan en personas de Cristo.

Avelino Cayón


sugerencias litúrgicas

OREMOS COMO EL SANTO CURA DE ARS


Concédenos, Señor Jesús, el ardor y la caridad del corazón a fin de que podamos dirigirnos a tu Padre celestial haciendo nuestras las mismas palabras que usaba san Juan María Vianney:
“Te amo, mí Dios y mi solo deseo es amarte hasta el último respiro de mi vida. Te amo oh Dios infinitamente amable y prefiero morir amándote antes que vivir un solo instante sin amarte. Te amo, Señor, y la única gracia que te pido es aquella de amarte eternamente, Dios mío, si mi lengua no pudiera decir que te amo en cada instante, quiero que mi corazón te lo repita tantas veces cuantas respiro. Te amo, oh Dios Salvador, porque has sido crucificado por mí, y me tienes acá crucificado por Ti, Dios mío, dame la gracia de morir amándote y sabiendo que te amo. Amén.






al ritmo de la semana


EL TESTIMONIO SUSCITA VOCACIONES (II)

Elemento fundamental y reconocible de toda vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es la amistad con Cristo. Jesús vivía en constante unión con el Padre, y esto era lo que suscitaba en los discípulos el deseo de vivir la misma experiencia, aprendiendo de Él la comunión y el diálogo incesante con Dios. La oración es el primer testimonio que suscita vocaciones.

Otro aspecto de la consagración sacerdotal y de la vida religiosa es el don total de sí mismo a Dios. Siguiendo a Jesús, quien ha sido llamado a la vida de especial consagración debe esforzarse en dar testimonio del don total de si mismo a Dios. La historia de cada vocación va unida casi siempre con el testimonio de un sacerdote que vive con alegría el don de sí mismo a los hermanos por el Reino de los Cielos.

Un tercer aspecto que no puede dejar de caracterizar al sacerdote y a la persona consagrada es el vivir la comunión. De manera especial el sacerdote debe ser hombre de comunión. abierto a todos, capaz de caminar unido con toda la grey que la bondad del Señor le ha confiado, ayudando a superar divisiones, a reparar fracturas, a suavizar contrastes e incomprensiones, a perdonar ofensas. La existencia misma de los religiosos y de las religiosas habla del amor a Cristo, cuando le siguen con plena fidelidad al Evangelio y asumen con alegría sus criterios de juicio y conducta. Su fidelidad y la fuerza de sus testimonio, porque se dejan conquistar por Dios, renunciando a sí mismo, sigue suscitando en el alma de muchos jóvenes el deseo de seguir a Cristo para siempre, generosa y totalmente.


Benedicto XVI.
Del mensaje de la Jornada de oración por las vocaciones

Para la Semana

Lunes 3:
San Felipe y Santiago, apóstoles.

1 Corintios 15,1-8. El Señor se apareció a Santiago; después a todos los apóstoles.

Juan 14,6-14 Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?

Martes 4:
En Madrid: San José María Rubio (1861-1919), jesuita, se dedicó a la predicación y ministerio de la reconciliación verdadero padre para pobres y abandonados, apóstol de Madrid.

Hechos 14,19-28. Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.

Juan 14,27-31a. Mi paz os doy.

Miércoles 5:


Hechos 15,1-6. Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.

Juan 15,1-6. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.

Jueves 6:


Hechos 15,7-21. A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios.

Juan 15,9-11. Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud.

Viernes 7:



Hechos 15,22-31. Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponer más cargas que las indispensables.

Juan 15,12-17. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Sábado 8:



Hechos 16,1-10. Ven a Macedonia y ayúdanos.

Juan 15,16-21. No sois el mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo.