¡Ya se han acabado las vacaciones! Sí, algunos sólo tenemos nueve días y ya se han terminado. El resto del verano en la parroquia que, como es de chapa, se está muy calentito y muy bien. Cada uno tiene que estar donde tiene que estar, en su sitio. Los que comenzáis las vacaciones disfrutando de vuestra familia, los que aún tenéis que trabajar en vuestros puestos de trabajo, los que habéis acabado los estudios en la piscina, la selección española de fútbol no tengo ni idea pues escribo este comentario una hora antes de que empiece el partido contra Paraguay, y Dios en todas partes, que para eso es Dios. Sin embargo parece que en verano muchos quieren mandar a Dios de vacaciones, o más bien marcharse lejos de Dios. ¡Qué equivocación! Para descansar no hay nada mejor que acercarse un poco más a Dios si tenemos un poco más de tiempo.

Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos.» Tenemos que dejarnos consolar por Dios por las equivocaciones, cansancios, pecados y olvidos de este curso. Dios no está para recriminarnos nada, sino para consolarnos. Para darnos cuenta que todo ha sido hecho nuevo. “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mi, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva.” Mientras escribo este comentario, a unos pocos metros -lo veo cuando levanto la vista-, se está bautizando un tocayo mío, un niño con síndrome de Down y que dentro de poco tendrá que someterse a una operación de corazón. Existe la lógica preocupación de sus padres, que nace del amor, pero en este momento es el niño más importante del mundo, es hijo en el Hijo Jesucristo. Dios no mira sus capacidades ni su productividad, le mira con el cariño gratuito e inmenso de Dios. El más pequeñajo es ahora el más grande. Desde los brazos de su madre está haciendo historia en el mundo y en la Iglesia, hoy somos un poquito mejores gracias a él y a Dios que nos quiere tanto.

Pero ese descansar en Dios no quiere decir que hay que bajar la guardia. El Señor nos envía como “corderos en medio de lobos”. Muchos seguirán diciendo “No”. No al amor de Dios, no a la entrega de los hombres, no a la generosidad de los padres, no a la gratuidad, no a abrazar la cruz y así abrazar a Cristo, no al Espíritu Santo que guía nuestra vida, no a la salvación. Muchos seguirán viviendo como pecadores no redimidos, como si el pecado y la muerte tuviesen la última palabra. Eso es agotador, pues el pecado sólo deja vacío. Por eso nosotros, con tranquilidad de corazón y paz interior tenemos que decir un “sí” muy grande. La mies es mucha, pero nuestros síes al amor de Dios tienen que ser más numerosos. Cuando apriete el calor tenemos que subir la temperatura de nuestra piedad, de nuestra entrega, de nuestra caridad. Parecerá trabajoso, pero es la única manera de descansar en Dios. No hay nadie que no pueda acercarse a Dios y lo conseguirán mediante nuestro testimonio de vida coherente con el Evangelio. Quien quiera decir que no a Dios que lo diga, pero que vea en nosotros nuestro sí.

Seguramente en la próxima Misa estemos Dios y yo y el resto del mundo viendo el partido de fútbol. Pues mientras la selección marca el 1-2 (que es lo que he puesto en una “porra” sin jugar dinero, lo siento por los paraguayos, os encomiendo), en la parroquia estaremos celebrando la victoria de Cristo sobre los lobos y los malvados. Nuestra madre la Virgen nos guarde de todos los peligros ahora y en la hora de nuestra muerte.

Posdata: Muchos de mi parroquia y amigos han visto la película de “La última cima”, yo aún no. Pues ayer sábado era el cumpleaños de Pablo, para que recéis por él y por Sara.