Pues sí, al final ganó España y ya estamos preparados para la final del Domingo. Lo más curioso es que el que se ha hecho famoso en este mundial no es un jugador, ni un entrenador, ni la actuación de un árbitro. El realmente conocido es el pulpo Paul. Presidentes (bueno, el nuestro, ¡qué le vamos a hacer), ministros y ministras, primeras páginas de los periódicos y en las tertulias deportivas o no, de quien  se habla es del pulpo Paul y de su “predicción” de hoy para los partidos del fin de semana. No es de extrañar ya que el simpático Paul es de la familia de los cefalópodos que, como todo el mundo sabe, son los animales que tienen la cabeza en los pies… y se ve que eso es contagioso, cada vez más gente piensa con los pies. Y es que cuando se deja de creer en Dio se empieza a creer en cualquier cosa.

“Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.” Perseverar no es “ir tirando”, ni esperar a ver si el pulpo celestial se mete en la casilla de nuestra salvación. Perseverar es amar… a pesar de los pesares. Perseverar es, muchas veces, ir contracorriente. A pesar de que el verano, el calor, el ambiente contrario, las críticas, las bromas, los desprecios parezca que impiden nuestra vida de hijos de Dios, la perseverancia es caminar hasta la meta y nunca quedarnos sentados al borde del camino ni dar la vuelta.

El que tiene la cabeza en los pies suele tomar el camino más fácil, por el que más gente va, en el fondo se deja llevar y habitualmente por el fondo. El camino de la fidelidad puede parecer complicado pues cuando tropezamos nos damos cuenta e incluso nos hace daño, aunque siempre podemos volver al camino. Sin embargo el camino de la infidelidad, que parece más fácil pues mucha gente va por él, está en realidad lleno de pedruscos, baches, tropiezos y caídas. Lo que pasa es que uno se acostumbra a caerse y a tropezarse, por eso el demonio tiene patas de cabra y estoy convencido que también es un cefalópodo. “Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos”. Pedirle al Señor la perseverancia tiene que ser una tarea constante, un ruego continuo al Espíritu Santo. Y piensa que no hay ninguna infidelidad que pueda apartarnos definitivamente de Cristo, mientras vivimos esta vida. Quien quiera volver a los caminos del Señor volverá, sólo hace falta ser humildes.

Me tengo que ir a celebrar el funeral y el entierro de una tía mía, hermana de mi madre.  Vivió su vida amando a Dios y por Dios a sus hijos, su marido, los que Dios ponía en su camino. Los últimos años ya no conocía y el amor que repartió en esta vida lo recibió del cuidado enorme de sus hijos. Que nuestra madre la Virgen la lleve a su morada definitiva junto a su Padre Dios y nos conceda a nosotros, como a ella, la perseverancia y a no pensar con los pies.