Hoy también escribo ayer (contrasentidos de la vida), y antes del partido, así que no sé si España será campeona del mundo o será Holanda la que se lleve el cucurucho de oro gigante. Lo que veo es el ambiente, coches que tocan el claxon, banderas de España por todas partes, camisetas de la selección. Es fácil entablar una conversación, media humanidad habla del partido. Todo parece un ambiente de confraternidad y alegría. Sin embargo también habrá sus riñas, peleas, discusiones y como se le ocurra perder a la selección española habrá muchos disgustos. En la vida no todo es blanco o negro, hay infinidad de matices e incluso cosas contrarias. Jesucristo es experto en esas contradicciones.

“El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi la encontrará.” Cada día me doy cuenta de la verdad absoluta de esta afirmación. Perder la vida por Cristo es ganarla. Veo a mucha gente a lo largo del día queriendo guardar su vida. Aumentan sus miedos, sus precauciones, sus temores y quieren guardar sus espacios, sus momentos, sus ratos para sí mismos. Como no suelen respetar nuestros tiempos (cuánto más cuando es una madre con hijos), empiezan a enfadarse, a descuidar sus obligaciones, a vivir con desgana. Queriendo encontrar esos momentos acaban perdiéndolos todos. Sin embargo, las personas que se dan, que se entregan, que no tienen tiempo para sí no dejan de sonreír, de ser felices, de vivir cada momento como un don irrepetible. No existe para ellos nada pequeño, ni un vaso de agua fresca es indiferente.

“No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi no es digno de mi; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mi.” Tal vez sean de las palabras más enigmáticas del Evangelio. Pero que no se entienden si no es desde el perder la vida. Cuando uno se “expropia” se da cuenta que nuestra vida es de otro, que pertenece a Dios y -por ello-, sólo el entender la vida desde Cristo le da sentido. Y así, cuando el padre o la madre, el hijo o la hija impiden el vivir la vocación a la que somos llamados tenemos que optar por Dios. Sin embargo esa “enemistad” desde el que es de Cristo tiene que ser motivo de unirse más a los suyos. Cuando nos ponen obstáculos para seguir a Cristo descubrimos entonces lo esencial de la llamada. No buscamos nuestra comodidad, ni tan siquiera “realizarnos”, sino que hacemos lo que Él quiere, y tenemos que estar agradecidos a aquellos que nos ayudan a descubrir lo esencial de la llamada. A la larga en muchos casos -no en todos-, esa enemistad se vuelve amor entrañable pues descubrimos la felicidad y la trasmitimos.

Son cosas complejas, pero la vida y la gracia de Dios nos hará entenderlas. No todo puede ser paz en la Iglesia, pero la Iglesia sí tiene que trasmitir paz.

Que nuestra Madre la Virgen nos ayude a perder la vida para encontrarla. Va a comenzar el partido…. voy a esperar a que acabe la Misa en el confesionario y luego veré la segunda parte.