Hoy celebramos la memoria de la hermana de Lázaro y María. No sabemos mucho de ella y, entre lo poco que conocemos, nos encontramos con que Jesús la riñe. Sin embargo es santa. Parece pues que el principal motivo para estar en el cielo es ser amigo de Cristo. Marta recibió a Jesús en su casa y este le ha correspondido ofreciéndole un lugar en el cielo. Entrar en la casa es ofrecer la amistad. Marta quiere ser amiga del Señor y por eso lo recibe. Después tendrá que hacer un camino para crecer en la amistad con el Señor, pero lo más importante ya ha sucedido: está con el Señor.

María viene a simbolizar, en el evangelio de hoy, un paso más en la amistad. Acoge al Señor más interiormente. Podríamos decir que a Marta quiere que Jesús esté en su casa pero sigue en sus cosas. Lo que Marta hace es bueno, pero ha descuidado al Señor.

Apliquémoslo espiritualmente. La vida cristiana consiste en configurarse al corazón de Cristo para cumplir la voluntad de Dios. Conozco mucha gente que ama al Señor y que hace muchas cosas, pero a veces tienen la amargura que muestra Marta en el evangelio de hoy. Quizás proviene de anteponer la obra, que se hace por Dios, a la voluntad misma de Dios.

Me contaron que en cierta ocasión un pobre llegó a un pueblo y se dirigió, como le indicaron, a la casa que durante aquella semana atendía a los transeúntes. La señora, muy buena, le preguntó que deseaba y él dijo que un vaso de agua. La buena mujer salió al rato con un bocadillo y un vaso de vino. El pobre quedó ofuscado y un poco triste, porque sólo quería agua. ¿Estaba mal lo que hizo aquella mujer? No. Pero si de verdad quería satisfacer a aquel hombre debía darle lo que verdaderamente quería y quizás necesitaba.

En la vida espiritual pueden sucedernos cosas semejantes. María elige la mejor parte porque está más cerca de Cristo. Es secundario, me parece, el hecho de que una trabaje y la otra permanezca sentada. Pero María, nos dice el evangelio, “escuchaba su palabra”. Me parece que ahí hay una posible clave. Escuchar antes de obrar y antes de hablar también.

Lo que va de una a otra es la paz interior. La paz se alcanza descanando en Cristo. A partir de ahí se pueden hacer todas las cosa, y seguramente con mayor fruto y mejor para los demás. Porque la voluntad de Dios es lo verdaderamente importante, porque sólo ella garantiza el bien y la felicidad de los hombres. Hay muchos dispuestos a enmendarle continuamente la plana al Señor, como hace Marta (en un acto de notable mala educación aunque no deja de transparentar confianza).

Si dejáramos volar la imaginación quizás concluiríamos que María era por lo general poco colaboradora, pero también podríamos inferir que Marta tenía un TDAH (Trastorno de déficit de atención por hiperactividad). Nada de eso nos ayudaría demasiado. Sí en cambio saber que todo lo que hagamos, para que sea realmente provechoso, hay que hacerlo unidos al Señor de corazón. Que la Virgen María nos ayude.