Pues aquí seguimos de vacaciones (vacaciones significa que estoy en la parroquia, pero muchos feligreses se han ido de vacaciones), disfrutando del mes de agosto en Madrid, que para algo es mi pueblo. Aquí se celebra la Virgen de la Paloma, así como en el 60% de los pueblos, ciudades y pedanías de España (y alrededores), celebran esta fiesta bajo diversas advocaciones de la Virgen. La lástima es que en muchos sitios se preparan las atracciones, la música, la pólvora (que se decía antes), el cubata y el concierto…, pero no saben muy bien qué celebran. A las Misas en honor de la Virgen no asisten todos los que celebran la fiesta y, tristemente, muchos ni se acercarán a ver a su patrona. Como decían el otro día en un reportaje: “es un acto cultural” (en algunos sitios es “kultural”, con k de kareto). Pues para el que no se haya enterado, que no creo que lea este comentario, hoy celebramos la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, es decir, celebramos la grandeza de Dios con nosotros. “María dijo: -«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.” Celebrar a María es celebrar lo grande que es Dios con nosotros. Nuestra queridísima madre del cielo siempre nos hace levantar los ojos hacia Dios Padre, hacia su Hijo y hacia el Espíritu Santo. Ese Dios que camino los caminos de esta tierra, que está encerrado en el Sagrario, que recibiremos hoy en nuestra pobre alma …, ese Dios nos muestra su grandeza haciéndonos grandes a nosotros y ha querido comenzar por la más humilde de las mujeres, que dijo un sí sin condiciones a la voluntad del Padre. A veces nos pasa que no nos damos cuenta de la grandeza de Dios. Queremos que Dios demuestre su grandeza haciendo nuestra voluntad, arreglándonos el problema de ahora, lo que nos agobia en este instante. Confundimos a Dios con un taller mecánico en el que vamos con nuestro problema y queremos que nos lo solucionen cuanto antes y baratito. Sin embargo eso no es grandeza. De los diez ciegos que curó Jesús sólo uno volvió a dar gracias y ese es el que salió verdaderamente curado. María descubre la grandeza de Dios y por eso no pide nada, no intercambia favores. María sabe que el verdadero milagro es que Dios se dirija a sus criaturas, las ame y las tenga reservadas un destino de gloria. Entonces ¿nuestra vida es fastidiarnos hasta que llegue le cielo? “Resignación, hijo, resignación” ¿es nuestro lema? Nada más lejos de la verdad. El hijo de Dios no se resigna a sufrir sino que abraza e sufrimiento sabiendo que «Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios, y la potestad de su Cristo,» luego los trabajos de ahora no pesan comparado con la gloria que un día se nos descubrirá. Hay que intentar cambiar el mundo pero no tenemos que agobiarnos pensando que tengo que hacerlo yo, ahora, en esta semana. haciendo lo que Dios nos pide en cada instante -grande o pequeño-, estamos haciendo que el reino de Dios esté más cerca. La Virgen hizo lo que tenía que hacer, lo que Dios le pedía, y ahora está presente en todos los lugares del mundo. Dios cuenta con nuestra fidelidad, sanos o enfermos, ricos o pobres, felices o más felices, y en nosotros muestra su grandeza. Gracias madre del cielo, por hacer lo que Dios te pedía, por seguir haciendo lo que Dios te pide y nosotros, tantas veces, te exigimos. Ayúdanos a ser un poquito más fieles cada día y a no dejar nunca de tratarte cada día. ¡Qué grande es Dios ahora con nosotros!