Ayer volvía fumar, y volví a dejar de fumar (los no fumadores estaréis hasta las narices de mí, y los fumadores más), pues tenía que cambiar de principios. Ahora, además de dejar de fumar, tomar alguna cervecilla y dejar el café, tengo que adelgazar (me tocaba ayer ir a otro médico). Me habló de palabras arcanas como: flexiones, bicicleta, abdominales, gimnasio y cosas así… no le entendía nada. Llegamos a un acuerdo de mínimos, fumé unos cuantos cigarritos con mi familia, rompí el paquete y vuelta a empezar. ¿Por qué perder dos días de enfado generalizado con el mundo?. Justamente por eso, había empezado mal. Estaba enfadado, mosqueado, harto y aburrido de un mundo sin tabaco. Cada minuto se me hacía como hora y media  y ahí estaba sufriéndolo el machote que había dejado de fumar. Así que me di cuenta que tenía que cambiar de principios. Tenía que ser el no fumador que me va a costar un montón pero no se me tiene que notar, los demás no tienen la culpa de mis vicios. Así que tengo que empezar con una sonrisa y cuando quiera quejarme tendré que perderme en un bosque y quejarme a la sombra de un pino (las sombras de los pinos son las únicas que me entienden). Así que a partir de hace un rato una sonrisa, manzanilla, algún que otro chicle y un poquito de deporte y otro poquito de pasar hambre. Si no lo hago así los que van a aguantar mi dejar de fumar van a ser mis feligreses más que yo, y los pobres no tienen la culpa.

“En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen.

Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros”. Sin duda alguna es uno de los textos que peor pasamos los sacerdotes para predicar, se nos ve mucho, hablamos mucho y muchas veces simplemente no damos ejemplo, ni bueno ni malo, otras veces lo damos malo y alguna vez bueno.Hay una máxima que no tengo comprobada ni puedo considerar como universal, pero que suele darse: cuando un sacerdote es especialmente pesado con un tema en su predicación es que suele tener problemas con ese tema. El que está a tiempo y a destiempo con el sexo tiene algún problema en la bragueta. Al que le da por criticar la política, le gusta mandar y le gustaría mandar más. Al que habla de sinceridad, algo calla. Al que sólo habla de comunidad le gusta ser líder, y al que sólo se le escucha hablar de humildad es que quiere que le aprecien. Repito que es una teoría mía, y que no es que uno predique alguna vez de algo, o frecuentemente (muchas veces en parroquias he tenido que dedicar mese a hablar de la confesión o del Sagrario pues se habían olvidado durante muchos años), sino quien siempre predica de lo mismo sea el momento que sea. Como yo lo pienso tú puedes no pensarlo y punto pelota, hasta el momento no influyo nada en el magisterio. Pero lo cierto es que ya seamos sacerdotes, religiosos, religiosas o laicos, tenemos la manía de cargar nuestras cargas sobre la espalda de los demás. Por eso el cristiano sólo pone como modelo a Cristo, nunca se pone uno de modelo de nada. Muchas veces hemos podido ser injustos con otros movidos por nuestro celo, incluso bienintencionadamente, pero si era por nosotros y no por Dios… seguramente nos hayamos equivocado. Entonces habrá que pedir perdón y volver a empezar.

María cumplió a la perfección estas frases del Señor: “El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” A ver si cada uno dejamos hacer a Dios con una sonrisa.