Comentario Pastoral
EL PROFETA Y EL BAUTISTA

En este segundo domingo de Adviento, la liturgia pone de relieve a dos figuras eminentes: el Profeta y el Bautista.

Isaías es el cantor de la esperanza mesiánica. El Profeta que alerta la conciencia del pueblo y suscita la conversión. Sus oráculos están transidos de perspectiva de fe y esperanza salvadera. El anuncio del Emmanuel, el nacimiento de un príncipe predestinado, la llegada del rey de justicia y de una era de paz siguen siendo «leit motiv» de nuestro Adviento. El Mesías descrito por Isaías tendrá el Espíritu de Dios, estará revestido de la potencia del cielo.

Juan, el precursor, surge en la aurora de la redención. Cuando nadie advertía nada ni sospechaba lo que sobrevenía, Juan su retira al desierto, y vive corno eremita. Y habla de penitencia, de rectitud, de pureza. Habla de aquél que va a venir. Se define sólo como «voz» sin celos de sí mismo y totalmente celoso de su misión profética. Es el punto de contraste con la vanidad de nuestros hombres de éxito. Por ser hombre de Dios, su boca dice la verdad a todos: palabras juiciosas y de severidad para los que creen ser algo. Y lo meten en la cárcel porque ha herido a los poderosos, y allí sigue sin pensar en si mismo, sino en aquél a quien anuncia.

El mensaje del Bautista para este domingo es el mismo mensaje de Cristo: «Convertíos, porque está cerca el reino de los Cielos»- Su palabra dura y severa es una exigencia para todos. Nuestra mediocridad cristiana, nuestra tibieza de fe será aventada al aire del Espíritu del Señor, que renueva la historia y purifica la realidad humana.


Andrés Pardo


Para orar con la liturgia
Tú nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo, Señor y Juez de la historia,
aparecerá, revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo
y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria
viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento
para que lo recibamos en la fe
y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino



Prefacio III


Palabra de Dios:

Isaías 11, 1-10 Sal 71, 1-2. 7-8. 12-13. 17
San Pablo a los Romanos 15, 4-9 San Mateo 3, 1-12

Comprender la Palabra

En el segundo domingo de Adviento el Evangelio nos presenta la figura de Juan Bautista: su actividad en el desierto y su llamada a la conversión ante la venida del Reino de Dios, como precursor del Mesías del Señor. El rito externo de la inmersión en el agua, rito judío de purificación, aparece como preparación a esta venida mesiánica.

La predicación del Bautismo, como en parte será la del mismo Jesús, está dominada por dos apremios, primero es necesario un cambio radical de actitudes; segundo, Dios comienza a reinar y esta soberanía de Dios será pronto una realidad en el mundo.

El bautismo por inmersión en el Jordán, aparece como el signo visible de la voluntad sincera del hombre de acoger esta soberanía y cercanía de Dios. Por eso es necesario evitar todo tipo de hipocresía. Juan entiende que la realización de la soberanía divina sólo será posible entre los hombres, sí éstos la acogen como un don y responden con un cambio radical de actitudes frente a la vida y frente a los demás.

Realmente el Mesías ya está en el mundo. Pronto hará su aparición para llevar a plenitud este anuncio del Bautista. De ahí la importancia de tomar en serio el HOY salvador de Dios. Así como es adecuada la presencia, la predicación y el anuncio de Juan en medio del Adviento, tiempo abierto y proyectado hacía el cumplimiento final de la soberanía de Dios a través de sus Juicio final.

El texto de Isaías canta poéticamente el Reino del Mesías que ha de venir. Será de la familia de David. Lleno del Espíritu de Dios, que le colmará de todos sus dones: sabiduría, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de Dios. Justo y defensor de los pobres contra la opresión. Con él se inaugurará un tiempo nuevo, una nueva creación, abriendo de este modo el mundo a la esperanza de un renovado paraíso terrenal, sin violencia ni sobresaltos.

El culmen de la profecía está en la efusión del don de ciencia sobre todo el mundo: el paraíso es realizable, cambia la faz de la tierra, desde el momento en que la humanidad conoce íntimamente a Dios . El hombre recupera el conocimiento del Señor que perdió al pretender ser como Dios.

San Pablo proclama que tanto los judíos como los gentiles tiene en Cristo su camino de justicia y salvación. El breve fragmento que leemos hoy son las últimas líneas de su cálida exhortación a la caridad, atmósfera y garantía de la paz: todos con un mismo corazón, un mismo sentir y un mismo cántico de alabanza al único Mesías, que ha redimido a todos, judíos y gentiles, con un mismo amor. Dentro del cristianismo no cabe, pus, ninguna distinción que tenga como motivo de la fe recibida. Esta es ofrecimiento universal para la salvación de todos los hombres.

Ángel Fontcuberta


sugerencias litúrgicas

Liturgia familiar: el árbol


La costumbre de adornar un abeto en Navidad se ha generalizado entre nosotros. Algunos quiere contraponerlo al «Nacimiento» y hacer de él un símbolo laico de las fiestas Navideñas. Sin embargo, el árbol de Navidad, el tronco de Nochebuena, están dentro de los más antiguos ritos de Europa. En muchos casos son expresión del esfuerzo de los evangelizadores de la Edad Media. Es el caso del obispo San Bonifacio, apóstol de Alemania (s. VIII). En su intenso trabajo misionero llevó a cabo el gesto de talar en Geismar, una encina, árbol sagrado dedicado por los paganos a los dioses Donar y Thor. En su lugar plantó un abeto -en honor de Jesucristo. La catequesis partía de]a experiencia: Jesucristo, es el árbol de la vida, La perennidad de la hoja del abeto – en medio de los árboles que han perdido el follaje – nos recuerda que El está siempre vivo.

Unida a la tradición eslava de decorar un árbol con bolitas o manzanas representando el árbol del Paraíso se acentuó la imagen del Señor que ha cargado sobre sí los pecados del mundo.

Su iluminación progresiva se inscribe en las costumbres germanas de encender candelas en la época del año en que los días crecen (ritos de regeneración de la luz).

Junto con la exposición de1 Nacimiento figura siempre en la plaza de San Pedro en el Vaticano.

El conocimiento y la valoración de nuestro símbolo da pie a una catequesis de familia. Adornar, y orar junto a este «símbolo ecológico» de la Navidad será signo de que Cristo viene a bendecir nuestros hogares.


Manuel González

al ritmo de la semana


SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

En la solemnidad de la Inmaculada, más que hablar de María, sentimos el deseo de acercarnos a Ella para que nos introduzca en el misterio de su virginidad, que es un misterio de silencio.

En María se realiza, como en cualquier cristiano, el plan divino de hacernos “santos e irreprochables ante él por el amor”, es decir, consagrados exclusivamente a su servicio (santos) separados de todo lo que es mundano y pecaminoso (irreprochables).

María, la Virgen Inmaculada, la elegida para ser morada del verbo, ha sido “reservada del pecado original en previsión a los méritos de Cristo Redentor (como reza la definición del Dogma), y en razón de su propia vocación. Por María llega a cumplimiento el plan de Aquel que nos ha predestinado a ser hijos adoptivos.

María es la criatura humana redimida por Dios de modo radical, perfecto: en ella ofrece a todos los hombres la imagen y el modelo de la vocación de la humanidad, es una perfecta humildad, comprende la grandeza de la misión recibida, la gratitud del don, la desproporción entre la propia debilidad y la omnipotencia divina.

El sí que María da como respuesta, resuena como la perfecta alabanza de la criatura que se adhiere a la voluntad salvifica de Dios. En el momento de la propuesta de Dios y de la obediencia de María, se cumple el plan de salvación.



A. F

Para la Semana

Lunes 6:

San Nicolás (s. IV), obispo turco de gran veneración.

Isaías 35, 1 – 10. Dios viene en persona y os salvará.

Lucas 5,17-26. Hoy hemos visto cosas admirables.


Martes 7:

San Ambrosio (s. IV), obispo de Milán, de clara inteligencia, escritor fectindo e ilustre por su doctrina.



Isaías 403-11. Dios consuela a su pueblo.

Mateo 18,12-14. Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.


Miércoles 8:

La Inmaculada Concepción de la Virgen María. La preparación radical a la venida del Salvador y el feliz comienzo de la Iglesia, hermosa, sin mancha ni arruga

Génesis 3,9-15.20, Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer.

Efesios 1,3-6.11-12. Nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo.

Lucas 1,26-38, Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.


Jueves 9:


Isaías 4,13-20. Yo soy tu redentor, el Santo de Israel,

Mateo 11, 11- 15. No ha nacido uno más grande que Juan, el Bautista.

Viernes 10:

Santa Eulalla de Mérida (s. III), virgen, martirizada a los doce años

Isaías 48,17- 19. Si hubieras atendido a mis mandatos.

Mateo 11, 16-19. No escuchan ni a Juan ni al Hijo de hombre.


Sábado 11:

Santa Maravillas de Jesús, Fiesta en Madrid
o San Damaso 1 (305-384), nacido en España, papa durante dieciocho años, gran devoto de los mártires.

Eclesiástico 48,1-4.9-11. Elías volverá para reconciliar y restablecer las tribus de Israel.

Mateo 17,10-13. Elías vendrá y lo renovar