Is 45.6b-8.18.21b-25; Sal 84; Lu 7,19-23

Juan no está seguro y envía a dos de sus discípulos: ¿tenemos que esperar a otro? Vieron cómo Jesús curaba a muchos, y luego, en su respuesta, les habla del cumplimiento. Mirad cómo lo que los profetas predijeron se cumple ante vuestros ojos. Los ciegos ven, y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Hoy es el día que ellos señalaron. Ante vosotros tenéis las pruebas. Lo que se anunciaba para aquellos días del final se realiza hoy entre nosotros. El futuro se hace presente ante vuestros ojos. Parecía una línea que iba derecha del pasado profético al futuro de los últimos tempos, pero ahora vemos que ese futuro se hace presente entre nosotros en la persona de Jesús. Dichoso el que no se escandalice de mí. En él se inaugura un bucle decisivo, el cual, naciendo en el pasado profético que habla de un futuro por llegar cuando sea el final de los tiempos, se presenta a nosotros en este hoy de su presencia. La salvación final se nos hace patente en él, en la carne de Jesús, enviado a nuestro hoy desde el futuro indeclinable de Dios. Mirad que ya está aquí. A las pruebas nos remite. Las profecías se cumplen en él, que viene del futuro de Dios para hacerse presente entre nosotros. Este es el bucle de nuestra salvación: del pasado profético al futuro de la promesa, para llegar al presente del cumplimiento. Pasado y futuro se cumplen en el presente. Id, pues, y anunciad a Juan lo que habéis visto.

Así, la obra de la salvación se lleva a cabo en nosotros en el sacrificio que ofrecemos hoy. En él se expresa nuestra propia entrega, de modo que el sacramento que él nos dio se cumpla en nosotros. Ya desde hoy, pues, estamos en el tiempo de la encarnación y, por eso, en el tiempo de la cruz. Este es nuestro presente, con el que caminamos al encuentro definitivo de nuestro futuro. Escuchemos lo que nos dice el Señor, quien nos anuncia la paz y la salvación. Ved el que está entre nosotros, y ved lo que hace. Ved cómo es él, su persona, la Buena Noticia del reinado de Dios. En él la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. Ved cómo en él se nos da el futuro de Dios. En su carne. En sus acciones. En sus palabras. En el seno de María, su madre. En la cruz y en la resurrección. En la subida a los cielos para aposentarse en el futuro indeclinable de su Padre. Razón tenía el viejo poeta cuando nos decía estas palabras proféticas: Yo soy Dios, y no hay otro. Tómese el ‘Yo soy’ con la fuerza con la que, desde el episodio de la zarza ardiente, nos dice quién es Dios. El Dios de Israel. El Dios de Jesucristo.

Vemos de qué manera Jesús se hace realidad en nuestro presente, en el hoy de nuestras vidas, enviado por parte de quien es Yo soy Dios. No hay posibilidad alguna de desconcierto. No hay modo de que nos confundamos, dirigiéndonos a otros dioses. Porque estamos asistiendo al bucle de nuestra salvación, y esta procede del Yo soy Dios que viene de su futuro indeclinable, para hacerse presente en nosotros. Presente en la carne de Jesús. Ved que ya viene, ved que ya comienza a estar acá, entre nosotros, en el seno carnal de María, su madre. Mirándole a ella, veremos nacer al Hijo de Dios.