El primer anuncio de televisión en el año nuevo era de los más caros del año, al menos en España. Ahora con la crisis sólo Dios lo sabe. Nunca entendí muy bien por qué, no es el mejor momento para ponerse a ver publicidad. La gente está brindando con cava, besando hasta a la suegra (a la vez que utiliza el “mata-suegras”, extraña paradoja), llamando al Samur tras un atracón de uvas …, es decir, haciendo cualquier cosa menos mirando la caja tonta. Sin embargo es el anuncio que más se paga, para que nadie le haga ni caso. Cosas del marketing ese.

Hoy escuchamos otro anuncio. Este no quiere rivalizar con nadie, no tiene otro artículo que le haga competencia. Ni tan siquiera se hace en un día escandaloso o lleno de distracciones. Sucede en una pequeña habitación de una humilde casa y su eco resuena en el silencio de los corazones que quieran escuchar. es un anuncio casi silencioso, por lo que toda la creación -excepto los hombres que siguen entretenidos en sus cosas-, guarda silencio para escuchar la respuesta. Viento, lluvia, animales, aves, peces e incluso las plantas aguantan la respiración durante un segundo para poder escuchar la respuesta de la humilde jovencita de Nazaret.

«No temas, Maria, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» La pregunta que habían preparado los profetas, la que esperaba desde el pecado de nuestros primeros padres, la que daba respuesta a las plegarias de Abraham, de Isaac y Jacob, la que puso en marcha al pueblo por el desierto guiados por Moisés, la que completaba y daba sentido a la tierra prometida,… esa pregunta acaba de realizarse y sólo quedaba escuchar la respuesta. Por eso todos guardan silencio, menos nosotros que seguimos a lo nuestro. Hace unas pocas semanas escuchábamos: “Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”, y seguramente aún sigamos agachados haciendo cuentas para llegar a fin de mes. Si María  hubiera seguido a sus cosas esa pregunta seguiría sin respuesta.

Pero la Virgen está en lo que tiene que estar, metida en Dios. Por eso no duda en responder:«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y toda la creación respira -menos nosotros que seguimos agobiados por nuestros asuntos-, y toda la creación se alegra y toda la creación se goza. Hoy nos toca empezar a paladear ese gozo. La misma alegría que hubo en cielos y tierra ante la respuesta libérrima y generosa de María, es la que tenemos que tener pues el Señor llega. Un anuncio dos mil años repetido, pero que aun espera nuestra respuesta. Seguimos en Adviento, todo va teniendo sabor a Navidad peor tenemos que llenarlo de sabor de eternidad. Que María nos de una pizca de su fe y de su generosidad.