Durante estos 8 días al terminar la Misa damos a besar al niño Jesús. Siempre me conmueve el ver a niños, adultos, jóvenes y ancianos que se acercan a besar la imagen. En la rodilla, en la mano, en la cara… podríamos decir que nos comemos el niño a besos. El tiempo de Navidad es muy visual: adornos, belenes, árboles… todo nos va recordando lo que celebramos. Hasta el ateo más recalcitrante no puede no enterarse de que celebramos el nacimiento de Jesús.

“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos.” hoy celebramos al Evangelista San Juan, el joven que se reclinó en el pecho de Jesús en la última cena, el que acompañó a la Virgen al pie del Calvario y la recibió en su casa, el que seguiría a Jesús, a las duras y a las maduras y llegó el primero al sepulcro vacío. Ese, nos cuenta lo que vio, lo que sus manos palparon nos lo anuncia y no se lo puede callar. Ahora que pedimos tantos testigos para todo, aquí tenemos a uno. No hablamos de oídas, ni de cosas que uno me ha dicho que conoce e otro que tiene un amigo que le han contado. Es un testigo directo de la vida, muerte y resurrección de Cristo el que nos lo cuenta.

“Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa.” La alegría se comparte y es lo que hace que Juan escriba, aliente, anuncie, que no calle. Si cada uno de nosotros procura tener un encuentro personal con Cristo tendremos su mismo empuje. Me da mucha pena esa gente que dice: “Yo soy cristiano porque lo eran mis padres, me bautizaron e hice la primera comunión” y se quedan ahí. Desde luego tenemos que agradecer muchísimo a nuestros padres el que nos llevasen a bautizar y nos educasen en la fe, pero tenemos que tener un encuentro con Cristo. Que podamos decir que lo que nos contaron es verdad, pues yo tengo una experiencia personal de encuentro con Cristo. Hay que dejarse encontrar por Jesús y entonces seremos verdaderos apóstoles. Entonces podremos decir con Juan “vio y creyó”

Unidos a San Juan le pedimos hoy que nos lleve hacia Cristo, que nos meta en la escuela de María  para conocer, amar y seguir cada día más fielmente a Jesús.