Las cosas no siempre son tan claras ni a veces la verdad está en lo aparente, sino oculta. Por eso se hace necesario discernir. Este verbo está en desuso y se prefiere la improvisación. Se dice que nuestra generación es lenta para tomar decisiones y ello no porque piense mucho las cosas, sino porque carece de criterios y por ello no se decide por nada. Una vida así se vuelve etérea, abstracta y casi gaseosa. Es insustancial y de ahí que se desee el paso de los días que aleja de nosotros el momento de la elección.

San Juan, en cambio, nos pide que aprendamos a examinar y a elegir. Es lo que san Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, denomina la discreción de espíritus. Y da unos cuantos puntos clave que son irrefutables y sirven para toda ocasión. ¿Quieres saber si cumples la voluntad de Dios? Escucha lo que hoy nos dice el Apóstol en la primera lectura.

En primer lugar se trata de cumplir los mandamientos de Dios. Quien no los cumple es inútil que intente descubrir algo más. Comete un error de método. Primero se cumple lo que Dios manda en general a todos y después se descubre lo que espera en concreto de cada uno de nosotros.

Después hay que reconocer que Dios se ha hecho hombre. Por tanto hay un referente en la historia con el que podemos contrastarnos. Nada de un Dios lejano que nunca contesta y al que podemos atribuirle cualquier respuesta. Está entre nosotros porque se ha encarnado y ha nacido en Belén. La Encarnación de Jesús se nos hace accesible a nosotros a través de la Iglesia. Pensemos en el siglo XIII. Surgieron entonces muchos grupos de personas que querían vivir la radicalidad evangélica. Aparentemente era una idea buena. Sin embargo no todos esos movimientos buscaron la confirmación de su identidad contrastándola con la carne de Cristo. Sí que lo hizo, por ejemplo, san Francisco. El poverello de Asís presentó su proyecto al Papa y esperó a que este lo confirmara. Creía firmemente en la encarnación. De hecho él fue el introductor de la costumbre del Nacimiento. Pero necesitaba, en su discernimiento, ser confirmado por Cristo. ¡Hubiera sido terrible si su carisma en lugar de estar inspirado por Dios se debiera a una simple idea suya!

San Juan avisa de que hay muchos falsos profetas. Todos tienen en común que niegan la Encarnación y la contemporaneidad de Jesús con el hombre de hoy en la Iglesia. Son, en palabras del apóstol, los que hablan según el mundo. No es raro que, por lo mismo, encuentren el aplauso del mundo y quieran creer, de esa forma, que tienen razón. Pero para ello se basan en un dios inaccesible que no es más que el resultado de su propia imaginación.

Finalmente san Juan nos recuerda que Dios está en nosotros. Se trata de la vida de la gracia. Por lo tanto, a la hora de decidir cualquier cosa (la elección de estado, la educación de los hijos, cualquier decisión importante…), no hemos de sentirnos solos. Nadie está solo ante el peligro. Hay que elegir con Dios. Es por ello importante rezar antes de tomar decisiones. Cuando uno se coloca ante Dios, y lo escucha de verdad, fácilmente el Señor le hace saber su voluntad. Es cierto que hay personas a los que el Señor ha otorgado el don de consejo, que les permite acertar a la primera. Pasa en algunos santos confesores, como el Cura de Ars o san Pío de Pietrelcina. Son gracias especiales. Pero hay que saber que Dios ilumina a todo hombre que busca la verdad y que recurre con confianza a Él.