Esto de tener poco espacio te obliga a poner orden, aunque casi todo sea un caos. Una vez al mes organizamos la “operación kilo” y pedimos comida para personas que lo necesitan. Como casi no tenemos espacio no podemos hacerlo al “tun-tun” (expresión que significa “a la buena de Dios”). Sólo durante la semana pasada recogemos alimentos, sabemos a qué personas se los vamos a dar, cuantos son de familia y si hay algún musulmán para no ponerle chorizo. Este mes son 58 personas. Durante esta semana es el caos, llegan bolsas de todos y de todo, y en la tarde -de ayer entre unos cuantos voluntarios (Dios se los pague)-, dejamos organizadas las bolsas para cada familia y esta mañana en un cuarto de hora se distribuyen. Así quedan libres las casetas para que quepan los niños de la catequesis. Cosas del espacio.

“Al principio creó Dios el cielo y la tierra.” Esto no es serio. En la quinta semana del tiempo ordinario nos encontramos con que comenzamos a leer la Biblia. Parece que la liturgia es un “caos informe”. Pero no es así. La creación va ordenando el y lo que era el caos se convierte en un todo ordenado que se dirige hacia su fin: dar gloria a Dios. Pero el pecado llegará a romper esa armonía, como la enfermedad es romper la armonía de la salud. Y tendrá que encarnarse Cristo para devolverle a la creación entera su finalidad perdida. “En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.”

Por eso, de vez en cuando, nos viene bien recordar los orígenes. Hoy en día se habla mucho de ecologismo, de salvar a las focas y respetar el medio ambiente, pero no se sabe muy bien por qué. Algunos hablan de vivir en armonía con el entorno… pero si tengo frío y para calentarme tengo que quemar un árbol estaré encantado de vivir en armonía con un entorno calentito. Otros hablan de dejar un mundo mejor a las futuras generaciones (a esas que no queremos dejar nacer, curiosamente), pero perdido el sentido de la trascendencia tengo que decir que las futuras generaciones me dan exactamente igual. El sentido profundo de la ecología bien entendida es que el mundo sale de las manos de Dios y nos lo da como administradores, no como dueños, por ello no podemos convertir la naturaleza en un caos. El pecado, el alejamiento del hombre de Dios y no reconocer su supremacía, hace que el hombre rompa también con la naturaleza. Cuando se olvida que la naturaleza no es un fin en sí misma, sino que tiene un fin, ayudar al hombre a vivir para dar gloria a Dios, entonces el sentido ecológico se desvirtúa y acaba haciendo del hombre un animal y del animal un hombre.

El Redentor vuelve al orden todas las cosas. Cristo, al igual que sana las enfermedades, nos hace comprender el sentido del hombre, de la naturaleza, de toda la creación para la gloria de Dios, y por tanto a respetarla y cuidarla.

Hoy le pedimos a nuestra Madre la Virgen que nos haga buenos ecologistas, es decir, que respetemos el orden y el fin de las cosas creadas, y cada uno pongamos nuestro “kilo” en la preservación del medio ambiente. No es mucho, pero ayuda.