Hoy me va a tocar teclear datos en Excel. Hay que pasar a un cuadro comparativo todas las ofertas que han hecho para la construcción de la parroquia. En teoría había un modelo, pero al final cada empresa ha hecho lo que le ha dado la gana, así que no se puede “copiar y pegar” porque se descuadra todo. Una empresa sería diría que los que no hayan hecho las cosas según la plantilla proporcionada quedarían fuera del concurso. Nosotros somos serios… pero buena gente en el fondo, así que nos pondremos unos cuantos a teclear cifras y luego los técnicos elegirán la empresa más conveniente. Podría uno pensar que las empresas han hecho uso de su libertad para expresar su oferta de una manera más coherente, según su entender. La verdad es que nos han complicado un poco la vida. Para el recto uso de la libertad uno tiene que tener alguna regla o norma. Uno es muy libre de poner el precio al que va a cobrar cada ladrillo según él crea, pero no puede ponerlo en el apartado de hormigón.

“El Señor Dios dio este mandato al hombre: – “ Puedes comer de todos los árboles del jardín; pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comas; porque el día en que comas de Èl, tendrás que morir.”” ¡Ya estamos mandando cosas!. Puede parecer un capricho de Dios lo del arbolito. Pero no es así. Una norma, una única norma, nos ayuda a descubrir que somos libres, porque podemos hacer o no hacer algo. Si pudiéramos hacer de todo la libertad pasaría desapercibida, no nos daríamos cuenta de ella. Es como la salud, de la que nos damos cuenta cuando estamos enfermos.

Dios nos hizo libres para poder ser amables. Sin libertad ni podríamos amar ni podríamos ser amados. No se qué teólogo decía que, en cierta manera, “Dios se juzgó su omnipotencia al hacer libre al hombre”. Porque Dios es extremadamente coherente con su creación. Y si nos hizo capaces de ser libres, de elegir lo bueno o lo malo, no se enfada porque hagamos uso de nuestra libertad.

Por eso el mal y el pecado están tan enraizados en le libertad, al igual que el bien y la virtud. “Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.” El pecado y la virtud nacen del interior. La virtud es seguir libremente en nuestra vida las luces del Espíritu Santo y el pecado es escucharle, darnos la vuelta y correr en dirección contraria. Por eso no hay pecado si no hay libertad. No es bueno entrar en la casuística y ponernos a describir casos, pero sin libertad no hay pecado ni virtud. Lo que pasa es que no perdemos la libertad tan fácilmente.  Siendo muy libres las cosas te pueden costar, serte dificultosas, ásperas e incluso desagradables, peor eso no impide el que digas que sí o que no. Es muy triste que en sociedades que nos llamamos avanzadas se eduque en casi todo lo malo y no se eduque para la libertad. Se funciona por impulsos, por publicidad, por apetencias y -lo que algunos consideran malo-, se legisla por castigos, multas y desprecio . Tristemente mucho chavales en España no saben qué hacer si no hay alguien que se lo diga, y cuando están solos se aburren. Van perdiendo capacidad de libertad. Una lástima.

Santa María es la mujer libérrima que dice que sí al Señor en todo, que pone cada aspecto de su vida en la “celda” que Dios le pone y así nos enseña a nosotros a ser coherentes con nuestra libertad de amar a Dios.