Is 50, 4-9a; Sal 68; Mat 26,14-25

No nos es posible quitar a Judas Iscariote de nuestro horizonte. ¿Por qué esta insistencia en la liturgia? ¡Tres días con él!, y hoy con el mejunje mismo de su traición. Al final, tras tanto hablar, lo traiciona por dinero. Busca ser rico al alejarse de Jesús. ¿Buscamos ser ricos para alejarnos de él? El joven que tan buenas trazas tenía, se alejó de Jesús porque era muy rico. La ideología se le convierte al traidor en avidez de una pequeña riqueza. ¿Soy yo acaso, Maestro? Formulas zalameras que querrían esconder su realidad. Tú lo has dicho. No era necesario, pero tú haces que tu palabra se convierta en realidad de traición.

Espanta que nosotros podamos parecernos a él; que traicionemos a Jesús. Incluso después de tantos años con él. La ideología que se convierte en afán de riqueza, aunque sea pequeño, doblega todo lo que podamos llevar en el camino. Señor, por favor, apártanos de ello. Que nunca te traicionemos. Quedarnos tomando vinos cuando tú eres arrastrado a la cruz, quedarnos con la boca llena como Pedro, cuando nuestra realidad es miedosa y negadora, ser fuertes buscado sentarnos entre los primeros puestos, apartar a la gente porque pensamos que te molestan. Ese es nuestro propio estar en el camino de tu seguimiento, todo eso es una de las posibilidades, aunque solo sea parcial u ocasión de un momento, pero, por favor, Señor, que no te vendamos por treinta monedas. Que nunca te traicionemos como Judas Iscariote.

Escúchame con tu gran bondad el día de tu favor, ahora que preparas la cena de Pascua en la que tú mismo ofrecerás como alimento tu carne y tu sangre que serán derramadas el Viernes Santo. Mi momento está cerca, dices, y deseas celebrar esa Pascua con nosotros. Podíamos haberlo adivinado en el correr de los salmos, los cuales nos muestran cómo se iba a dar en ti el cumplimiento de lo que en ellos rezaste. Aguantarás afrentas. La vergüenza cubrirá tu rostro. Serás extraño para tus hermanos. La afrenta destrozará tu corazón, y desfallecerás. Te echarán hiel en la comida. En tu sed te darán vinagre. Mas nunca perderás esa certeza que te hace ser: la de que tu Padre jamás te ha de abandonar.

Tu lengua será de iniciado. En medio del abandono, sin embargo, sabrás decir al abatido una palabra de aliento. Me espabilarás el oído para que escuche tu palabra. Me abrirás el oído. No seré, simplemente, carne abstracta, sino que mi cuerpo se abrirá para que tu palabra penetre en mi interior y me convierta en carne oyente de tu carne sufriente. En tu sufrimiento no dejarás de hablarme con tu palabra, y yo, en el cuerpo de mi carne, no dejaré de escucharla. Tu Padre no te abandonará, por eso no sentirás los ultrajes. Bueno, los sentirás hasta lo más profundo de tu alma, ero no te abatirán, todavía te quedará palabra para mí, para que penetre en mi interior y me transforme a tu mismo ser. Mirad. El Señor Dios, su Padre, le ayuda, ¿quién le condenará? Buscaremos al Señor allá donde está; allá donde se presta a nosotros: camino de la cruz. Mas, ¿porqué colgado del madero? ¿Qué ha hecho? Muere por nosotros, para nuestra salvación- Nosotros ayudamos a que hiciera esa camino de sufrimiento y de muerte, pero él no lo retiene para nuestra condena, sino que se hace instrumento de salvación que nos libra del pecado y de la muerte eterna.