Comentario Pastoral
¿HAY QUE CREER SOLO EN LO QUE SE TOCA?

En este domingo que clausura la octava de Pascua, volvemos los ojos al apóstol Tomás, el escéptico, el incrédulo, el terco, el modelo de los realistas, de todos los pesimistas, de los que desconfían cuando las cosas salen bien. Santo Tomás es, como muchos hombres modernos, un existencialista que no cree más que en lo que toca, porque no quiere vivir de ilusiones; un pesimista audaz que no duda en enfrentarse con el mal, pero que no se atreve a creer en la dicha. Para él, y para otros muchos, lo peor es siempre lo más seguro.

Pienso que lo que más conmueve, lo que hacen tan fraternal al apóstol Santo Tomás en su violenta resistencia. Porque ha sufrido más que nadie en la pasión del Maestro, no quiere arriesgarse a esperar. Le pasó lo que le ocurre al hombre moderno: el que no tiene ilusión en la vida, es un iluso lleno de ilusiones. En este tiempo en que vivimos en que se cree tan poco, en el que abundan tantos ateos y agnósticos, es cuando más se sufre por la falta de fe. Quizá sufrir por no creer es una forma discreta, humilde, trágica, desgarradora, leal, de empezar a creer.

El apóstol Tomás puso unas condiciones muy exigentes para creer en la resurrección: «si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». Jesús acepta estas exigencias con tierna docilidad: ‘Tomás, mete tu dedo … mete tu mano … no seas incrédulo, sino creyente». Y Tomás se sintió completamente conmovido, porque nunca se había imaginado que Cristo atendiese un deseo tan difícil y absurdo. El peor castigo que se puede dar a quien no quiere creer es concederlo aquello que se pone como condición indispensable para llegar a la fe.

El «credo» de Santo Tomás es tan breve como sincero y espontáneo: «Señor mío y Dios mío». Oración tan viva sólo puede pronunciarse de rodillas, con emoción. Los creyentes de todos los siglos siempre le han agradecido este hermoso y deslumbrante acto de fe.

Y conviene sacar conclusiones. Es preciso no ser tan testarudos y admitir el testimonio fraterno; es conveniente no exigir pruebas, no sea que nos veamos obligados a pasar por los agujeros de los clavos y la lanza, para después encontrarnos con Cristo resucitado. La Fe es una conquista, una iluminación, una experiencia nueva, una declaración gozosa, un anuncio pascual: “Hemos visto al Señor”.

Andrés Pardo

 


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 2, 42-47 Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24
san Pedro 1, 3-9 san Juan 20, 19-31

Comprender la Palabra

Según el libro de los Hechos de los apóstoles, la comunidad de Jerusalén tiene como centro de su vida ejemplar la asidua Fracción del Pan, o celebración de la eucaristía. Ambientada en la Doctrina de los apóstoles y en las oraciones, es fuente de comunión fraterna, sincera y práctica. Y porque era fiel a su identidad, irradiaba alegría y contagiaba fe. La proclamación del mensaje pascual y su aceptación crea la comunidad. Pascua y comunidad son inseparables. Con el acontecimiento pascual se han derribado todos los muros de separación, porque el hombre ha sido liberado de la ley, del pecado y de la muerte. Por eso es posible la comunión. Así pues, la enseñanza apostólica, la Fracción del pan, las oraciones, y el compartir los bienes, son los cuatro pilares de la comunidad cristiana, que se interrelacionan y ayudan mutuamente. La escucha perseverante de la Palabra y la participación en la eucaristía, establecen y crean la comunión con el Resucitado, que se manifiesta en la conunión y en la oración compartida. Sólo asó la comunidad puede testimoniar ante el mundo que Jesús está realmente vivo y es la esperanza ante un mundo dividido, agresivo, contrario a la comunión y a la solidaridad.

La página de las primera carta de san Pedro es un himno de bendición a Dios y un elegio a los fieles por los valores fundamentales del cristianismo: nacimiento a la vida divina, fruto y reflejo de la resurrección de Cristo, Esperanza, Fe, Amor (sin haber “visto” …). Autenticidad en el crisol de las prueba o persecución. Alegría desbordante, preludio de la Gloria. Pedro remite a los fieles al momento en que fueron reengendrados: mediante el Bautismo fueron injertados e incorporados a Jesús sacramentalmente. Esta carta tiene un valor especial para los creyentes: al ser perseguidos cruentamente y participar realmente de la muerte de Jesús. Es un mensaje para los cristianos de todos los tiempos: muchos bautizados están participando del martirio incruento de la persecución silenciosa, la incomprensión, aislamiento o rechazo frontal. Estos son los momentos favorables para renovar nuestra fe y nuestra esperanza pascual que inyectan ánimo a nuestras vidas con cretas.

En el Evangelio, San Juan destaca los momentos esenciales de la manifestación de Cristo resucitado al grupo apostólico. El tema central serás la Misión. Los primeros acontecimientos del domingo de Resurrección (el sepulcro vacío, las apariciones particulares) preparan el gran encuentro de Cristo con los apóstoles reunidos. Durante el ministerio público de Jesús, los discípulos habían formado con el Maestro una indisoluble unidad, que Getsmani había dispersado. La inmediata solicitud del Resucitado fue la de restablecer aquella unión. Los discípulos en torno a Cristo, transparencia de la Iglesia. Cada reunión eucarística es atardecer de Pascua, Gozo y Paz por la presencia del Señor de la Gloria, que conserva las manos llagadas y el corazón abierto. Jesús transfiere su Misión, comunica con palabras y signos la energía que garantiza de hecho una de sus funciones esenciales: hacer universal y perenne el anuncio del Evangelio.


Ángel Fontcuberta


 

 






al ritmo de las celebraciones


3. EL LEMA DE LAS JORNADA MUNDIAL DE LAS JUVENTUD DE MADRID 2011

Aunque la Jornada Mundial de la Juventud se celebre en una sede episcopal concreta, el Papa la convoca y la preside como Pastor de toda la Iglesia. También él la orienta mediante un lema, que, como armazón doctrinal, da coherencia a todas las actividades. El lema de la XXVI Jornada de Madrid, está tomando de la carta de san Pablo a los Colosenses y dice así: Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe (Col 2,6). Para entender adecuadamente estas palabras del apóstol es preciso tener en cuenta que pertenecen a una exhortación más amplia de corte moral que invita al cristiano a caminar en Cristo, es decir, a vivir como Él. Dice así el texto completo: “Puesto que habéis recibido a Cristo Jesús, el Señor, caminad en Él , arraigados y edificados en él, firmes en la fe, tal como se os enseñó, rebosando en agradecimiento” (Col 2,6-7).

En estas apretada síntesis de las vida cristiana, el apóstol apela a la tradición que los cristianos han recibido cuyo rostro es Cristo. La fórmula “habéis recibido a Cristo” es paralela a “ tal como se os enseñó”, y se refiere a la fe en Cristo, heredada de los apóstoles, gracias a la cual los cristianos pueden caminar en Él, es decir, vivir en Él. La vida cristiana aparece, por tanto, como la puesta en práctica de la tradición apostólica. Este carácter existencial de las fe aparece en las metáforas de las que se sirve san Pablo para describir la vida cristiana como un arraigarse y edificarse en Cristo, imágenes ambas que se refieren a los fundamentos de la vida del cristiano. La firmeza de la fe no alude sólo a la estabilidad de la doctrina, sino a la consistencia de toda la vida en Cristo, que hace de los cristianos la casa edificada sobre una roca firme, o el árbol plantado junto a las corrientes de agua viva. Quien vive así, concluye el apóstol, se desborda en la acción de gracias, porque experimenta la solidez de su vida que puede
resistir todo tipo de amenazas y embestidas de los poderes del mal.

La riqueza doctrinal de esta exhortación de san Pablo, que orientará pastoralmente la Jornada de la Juventud de Madrid, nos ofrece un marco muy oportuno para reflexionar sobre nuestro plan pastoral y las acciones que lo constituyan. Todas ellas deben aspirar a que la comunidad diocesana camine en Cristo con fidelidad a la fe que hemos recibido de los apóstoles y cuyo centro es la persona misma del Señor. (”Firmes en la fe”, Carta Pastoral del Cardenal Rouco Varela con motivo de la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011).




J. L. O.

Para la Semana

Lunes 2:


Hch 4,23-31, Al terminar la oración, los llenó a todos el Espíritu Santo, t anunciaban con valentía la palabra de Dios.

Jn 3,1-8. El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.

Martes 3:

1 Co 15,1-8. El Señor se le apareció a Santiago, después a todos los apóstoles.

Jn 14,6-14. Hace tanto tiempo que estoy con vosotros, ¿y no me conoces?

Miércoles 4:

Hechos 5,17-26. Los hombres que metisteis en la cárcel están en el templo enseñando al pueblo.

Juan 3,16-21. Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve

Jueves 4:


Hechos 5,27-33. Testigo de esto somos nosotros y el Espíritu Santo.

Juan 3,31-36. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano.


Viernes 5:

Hechos 5,34-42. Salieron contentos de haber merecido aquel ultraje por el nombre del Señor.

Juan 6,1-15. Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.


Sábado 6:

Hechos 6,1-7. Eligieron a siete hombres llenos de espíritu.

Juan 6,16-2 1, Vieron a Jesús caminando sobre el lago