Comentario Pastoral
LOS DIÁCONOS EN LA IGLESIA

Muchos predicadores, en este quinto domingo de Pascua, hablarán de Cristo como camino, verdad y vida. Pero éste es un tema básico que puede ser abordado en diferentes ocasiones. Por eso, basándonos en la primera lectura tomada del libro de los Hechos, podemos hablar del significado del diaconado en la Iglesia. Podría resultar interesante hacer una encuesta, a la salida de cualquier misa, preguntando por los niveles jerárquicos en la Iglesia, es decir, por los grados del sacramento del Orden. ¿Cuántas personas se acordarán de los diáconos? ¿Quienes sabrían definir su ministerio?. Con toda seguridad más del noventa y cinco por ciento de los encuestados sólo hablarían de los curas, de los Obispos y del Papa.

Tiene enorme importancia teológica el que junto a la lista de los Doce apóstoles en el evangelio, se haya transmitido desde los mismos orígenes de la Iglesia, la lista de los Siete diáconos en el libro de los Hechos. Después de unos siglos de oscurecimiento, el diáconado como ministerio permanente en la Iglesia ha vuelto a brillar. El Vaticano II lo instauró en 1963, y son ahora en todo el mundo más de doce mil los diáconos permanentes, célibes y casados, insertados por la familia y la profesión en la problemática de la vida, los que ayudan a la misión apostólica de los Obispos y completan el ministerio sacerdotal de los presbíteros.

Para evangelizar en nuestros días hay que recorrer caminos muy humildes de presencia, escucha y compromiso. Los diáconos permanentes, sobre todo los casados, están llamados a responder a las cuestiones sobre la fe y a resucitar los gestos que colmarán las necesidades de los hombres. Los gestos de amor se concretarán en una ordenada beneficencia con los marginados. Los diáconos son testimonio de la caridad en el ministerio de la calle, diario, imprevisible al azar de los encuentros y de las circunstancias.

El doble arraigamiento en el mundo y en la Iglesia del diácono confiere a las celebraciones que puede presidir (bautismo, matrimonio, exequias) (in signo de complementariedad, y no de suplencia, del sacerdote. La evangelización, la liturgia y la caridad son pues las funciones específicas de quienes han recibido este carácter indeleble y una gracia particular. Sin escapismos ni utopías, la instauración del diaconado permanente es un signo de renovación eclesial.

Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 6, 1-7 Sal 32, 1-2. 4-5. 18-19
san Pedro 2, 4-9 san Juan 14, 1-12

Comprender la Palabra

La primera lectura tomada, como en los domingos anteriores, de los Hechos de los apóstoles, recuerda la primera crisis de concordia en la historia de la Iglesia, y cómo los apóstoles, de acuerdo con la comunidad, procuraron encauzarla con realismo y prudencia. La elección de los diáconos supuso la apertura del Evangelio a los gentiles. Los apóstoles deben dedicarse a la tarea que les encomendó el Maestro, para cuyo cumplimiento los capacitó especialmente con el don del Espíritu Santo. No se puede abandonar la tarea de evangelizar y dar testimonio del Resucitado. El servicio de las mesas, necesario y urgente, debe estar supeditado a la tarea de evangelizar. Lo deben ejercer aquellos que sean destinados y revestidos de ese carisma. Pero hay que centrar la atención en la tarea de llevar adelante la causa de Jesús para que los hombres se encuentren con él como su Salvador. En pleno tiempo pascual, este fragmento adquiere un especial relieve: la tarea evangelizadora a las gentes de todo el mundo sigue urgiendo a la Iglesia.

En la segunda lectura, de la primera carta de san Pedro, el apóstol anima a los recién bautizados a realizarse en su nueva situación en la Iglesia. Templo espiritual construido con piedras vivas y Pueblo de Dios. Jesús resucitado es la piedra viva sobre la que se ha de construir el edificio de este nuevo Israel. Pueblo de la nueva Alianza. Sólo así se puede garantizar la perennidad del nuevo edificio. Cristo Resucitado, se revela como la piedra de bóveda que mantiene el equilibrio necesario del Universo. Precisamente el Cristo Glorioso es reconocido como Señor y centro de la historia de la salvación y de la historia humana. Cada creyente y todos juntos, formamos el templo del Espíritu Santo del que somos piedras vivas, donde habita el Dios vivo.

El Evangelio es un fragmento del “Sermón de la Cena” según san Juan. Lo será también en los dos domingos siguientes. Ya desde muy antiguo era costumbre leer este Sermón durante el tiempo pascual. Juan recoge en este discurso, materiales procedentes del ministerio (según el testimonio de los evangelios sinópticos) para presentar algunos aspectos importantes de la fe bajo la forma literaria de un discurso de despedida con instrucciones para el futuro. Son una interpretación de la muerte (ida) de Jesús y de su resurrección (vuelta).

Jesús se presenta como Camino que conduce a la casa del Padre, donde toda la humanidad tiene cabida. Jesús es la Verdad, porque es la Palabra que refleja el propio ser de Dios, que es Amor. Jesús es la Vida, pues revela a los hombres cual es su verdadero destino: la vida eterna en el Reino de Dios. De este modo Jesús, sin dejar de acompañarla, precede a su comunidad, porque se va y vuelve.

Jesús es Icono del Padre: quien ve a Jesús ve al Padre; encontrarse con Jesús es encontrarse con el Padre. La revelación más consoladora que Jesús nos ofrece es que Dios nos ama y está pendiente de nosotros, le interesamos. La Iglesia debe convertirse en icono de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, para que a través del anuncio del Evangelio, los hombres contemplen y se encuentren con Dios. tarea difícil, pero posible por la fuerza de la resurrección y del Espíritu Santo.

Ángel Fontcuberta


 


 



al ritmo de las celebraciones


2. EDIFICADOS EN CRISTO (1)

San Pablo exhorta a los Colosenses a edificarse sobre Cristo, que es el único fundamento de los cristianos como se dice en 1Cor 3,10-11: “ Conforme a la gracia de Dios que me fue dada, yo, como buen arquitecto, puse el cimiento, y otro construye encima. ¡Mire cada cual cómo construye! Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo”. La imagen de la edificación aparece también en el Nuevo Testamento para describir a los cristianos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros con ellos estáis edificados, para ser morada de Dios en el Espíritu” (Ef 2 20-22). Los cristianos somos, pues, “piedras vivas” (IPe 2,5) del edificio espiritual de la Iglesia en el que se integran los que son regenerados por la fe y el bautismo.

De nuevo tenemos aquí, como en la parábola del sembrador, la llamada a la vigilancia para que nuestra vida sea estable y consistente como si se tratara de un edificio inamovible. Todos queremos tener éxito en la vida. Nadie desea la ruina de su persona, de sus obras, sobre todo de aquellas en las que pone todo su afecto y corazón, como en la formación de una familia, la educación de los hijos. El hombre está llamado a la felicidad, a la plenitud de la vida y del amor. Esto es lo que propone Jesús al final del sermón de la montaña cuando utiliza la imagen de la casa edificada sobre roca o sobre arena (cf. Mt 7,24-27). Ésta se arruinan por falta de fundamento cuando llegan riadas y vendavales; aquella los resiste gracias a la estabilidad de sus
fundamentos. Muchas vidas cristianas se derrumban por carecer de cimientos estables. Son muchos los cristianos de nuestro tiempo que pierden la fe, se alejan de la Iglesia y terminan arruinando su vida.

San Pablo exhorta a la “mutua edificación” (Rom 14,19), es decir, a vivir la comunión de la Iglesia como una llamada a sostenernos unos a otros sobre el cimiento de Cristo. Por ello, esta tarea de la mutua edificación puede ayudarnos a programar dentro del plan de pastoral todas las acciones que fomentan la oración personal y comunitaria como forma eficaz de edificación. Orar sin desfallecer es un precepto de la vida cristiana. La oración ilumina, corrige, fortalece, discierne, sostiene la vida entera del creyente. La oración comunitaria hace de la Iglesia un lugar de adoración de Dios y de reconocimiento de su soberbia. La Iglesia vive en permanente oración, siguiendo la enseñanza de Cristo, a quien esperamos en su venida gloriosa. La renovación conciliar ha abierto caminos muy sugerentes de oración, que nos permiten situarnos en la escucha de Dios, en la apertura a sus planes en la disponibilidad para su servicio. (”Firmes en la fe”, Carta Pastoral del Cardenal Rouco Varela con motivo de la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011).




Para la Semana

Lunes 23:


Hechos 14,5-18. Os predicamos el Evangelio, para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al Dios vivo.

Juan 14,21-26. El Defensor que enviará el Padre os lo enseñará todo.

Martes 24:


Hechos 14,19-28. Contaron a la Iglesia lo que Dios había hecho por medio de ellos.

Uan 14,27-31a. Mi paz os doy

Miércoles 25:

Hechos 15,1-6. Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.

Juan 15,1-8. El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante

Jueves 26:

San Felipe Neri

Hechos 15,7-2 1. A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios.

Juan 15,9-11. Permaneced en mi amor, para que

Viernes 27:


Hechos 15,22-31- Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponernos más cargas que las indispensables.

Juan 15,12-17. Esto os mando, que os améis unos a otros.

Sábado 28:


Hechos 16,1-10. Ven a Macedonia y ayúdanos.

Juan 15,18-21. No sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo.