Una semana. En una semana terminaré de dar los cursillos prematrimoniales. En la parroquia -por falta de espacio-, los damos de una manera peculiar, pareja por pareja. Al principio era algo llevadero y -aunque me lo paso  muy bien dándolos-, lo cierto es que desde hace meses tenemos cursillos todos los lunes, martes, miércoles y algunos viernes. No está mal, pero es verdad que acaban tarde, hacia las once de la noche o más y hay que levantarse temprano. También te impiden llegar a tu casa algún día a una hora decente o ir a cenar con algún sacerdote amigo. Así que desde el 15 de junio no hay más cursillos hasta después del verano. Son nuestras vacaciones, aunque seguimos estando en la parroquia. Este tipo de cursillos nos ha permitido conocer a cientos de parejas jóvenes de la parroquia y gracias al Espíritu santo algunos se han acercado a Dios o retomado su vida sacramental. Realmente uno no hace esto por hacer amigos que ya tengo muchos. El esfuerzo puesto en cada persona es para que se acerquen a Dios, si no no tendría sentido y sería agotador.

“Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos.”  La misma vida de Jesús es para mostrarnos al Padre y mirando a Cristo vemos al Padre. esa es la acción del Espíritu santo, que podamos conocer al Padre y saber que nos ama. Esta realidad es fundamental para la evangelización. Tristemente veo a muchos que se anuncian a sí mismos o sus ideas o su ideología. Nos dan su idea de Iglesia, de comunidad, de parroquia, de teología, de cómo enlatar las sardinas en aceite… y eso no interesa a nadie.

Una persona puede ayudar, pero el único que salva es Cristo. Cuando nos decidimos a hacer apostolado tenemos que tener esta idea muy clara: sólo anunciamos a Jesucristo. Un apóstol excelente no tiene porqué tener don de gentes o éxito social. Tal vez tenga una discreción absoluta y cada persona se siente tratada como si fuese única. En ocasiones he visto a sacerdotes que, al fallecer, han convocado a muchísima gente a su alrededor y se asombraban de la labor ingente de esa persona…, cada uno creía que sólo se dedicaba a él y no se imaginaban que hubiera acercado a tanta gente a Dios. Y no sólo lo he visto en sacerdotes, también en madres de familia, en catequistas, en personas relativamente anónimas. Si cada uno pensáis en vuestras familias ya tenéis por delante un enorme campo de apostolado. De personas que puedan decir: Jesús está con nosotros.

«¡Animo! Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma.» Eso se lo pide el Señor a san Pablo. A pesar de las dificultades nuestro campo es el mundo, empezando por los que tenemos más cerca.

Vamos a pedirle a nuestra madre la Virgen y al Espíritu santo que nos ayuden cada día más a trasparentar a Cristo. Por cierto, gracias por las oraciones que os pedí ayer… surgieron efecto.