Comenzamos otra vez el tiempo ordinario, en la semana XI (para los despistados). Puede ser que la Pascua no haya sido un tiempo demasiado extraordinario, eso está mal, pero no por ello hemos dejado que en nuestro corazón y en nuestra vida se plante la semilla de la alegría de la resurrección de Cristo. Ahora es tiempo de dejarla germinar. Ayer estuve bautizando aun niño y a una niña en la Unidad de Cuidados Intensivos de neonatos en un hospital de Madrid. Comprendes -a pesar de la fe de los padres-, su angustia, al no saber lo que tienen sus hijos. Cuando se ve a un niño de días lleno de cables y de tubos piensas que ese niño ha sido llamado para la vida. Esperas verlo crecer, empezar a dar sus primeros pasos, sus primeras palabras, que te entregue sus alegrías y sus primeras equivocaciones… y todo eso se tambalea en la UCI. Ojalá Alfonso y Lola tengan un enorme futuro aquí en a tierra y el susto que están dando ahora a sus padres acabe en una anécdota que contarle cuando sea mayor. Los niños están para crecer en una vida normal, con sus fracasos y sus éxitos. Así también la fe se vive y crece en la vida normal, ordinaria…, siempre que no entendamos “normal” por ser uno más moviéndose donde se mueve el mundo.

“Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo, diente por diente». Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra”. Este texto es muy bonito de citar mientras nadie te abofetee. Pero si alguien te toca la cara, o toca lo tuyo, o infringe alguna injusticia contra ti nos sale el genio y respondemos. Nos parece lo normal, siempre se ha dicho que una cosa es predicar y otra dar trigo. Pues tenemos que rebelarnos contra eso. Nuestra vida normal es vivir en Cristo, que no apartó la cara a los que le insultaban, abofeteaban, escupían y mesaban su barba. No se puede echar en saco roto la gracia de Dios, y no dudes que Dios te da la gracia para vivir cada situación de tu vida, por muy complicada que sea.

Esto no significa que debamos quedarnos pasivos ante las injusticias, pero no podemos responder con las mismas armas de la violencia, la crítica o el descrédito de lo otros. Tenemos que ahogar el mal en abundancia de bien, aunque hablen mal de nosotros: “Con la derecha y con la izquierda empuñamos las armas de la justicia, a través de honra y afrenta, de mala y buena fama. Somos los impostores que dicen la verdad, los desconocidos conocidos de sobra, los moribundos que están bien vivos, los penados nunca ajusticiados, los afligidos siempre alegres, los pobretones que enriquecen a muchos, los necesitados que todo lo poseen.” Si quieres cambiar el mundo no te amoldes a él, responde con las armas de la justicia y la bondad entrañable.

Lo corriente en un cristiano, en un hijo de Dios, es ir contracorriente y así la semilla del Evangelio irá creciendo.

Comenzamos este tiempo en manos de la Virgen al pie de la cruz. Que todas nuestras obras tengan a Dios como su comienzo y como su fin. Felicidades a los Antonios… de Padua.