Hace unos momentos un feligrés me ha dicho que tengo que madrugar más para colgar antes los comentarios. Tiene razón, pero cada día tiene su afán. Hoy ya termino hasta dentro de unas semanas de escribir estos comentarios, cuando vuelvan a colgarse tarde es que he vuelto a escribir. La verdad es que pasan muchas cosas en un par de semanas, eso de la rutina no entra dentro de mis costumbres. Desde la enfermedad del joven por el que os pedía oraciones y falleció el jueves de madrugada, a mi “sacristán” (uno de los chavales que ayudaba del centro de menores a salir adelante), que ha cambiado su casa por la prisión de Soto del Real; a otro que estaba desesperado y ya está trabajando; a las obras de la parroquia, la Jornada Mundial de la Juventud y las personas de mi parroquia, que siguen existiendo. Hoy una chica me preguntaba si no me llevaba los problemas a casa y si podía dormir. Y la verdad es que duermo perfectamente, cuando toca dormir toca dormir y después habrá que trabajar.

“Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.” La sabiduría de Dios es aveces difícil de entender y, sobre todo, de vivir. Nos encanta pre-ocuparnos y a veces tanto que no disfrutamos del acontecimiento que nos tenía tan preocupados. Muchas veces pasa al que prepara una comida, está tan volcado en que todo salga bien que al final no come. “¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?” Una cosa es pre-ocuparse y otra es desentenderse. La vida no nos la ha dado Dios para que no vivamos, sino para vivir cada instante con intensidad. Uno puede dedicar su tiempo a pensar lo que es posible que haga y nunca lleve a cabo, o a hacer lo que uno tiene que hacer. Por ejemplo. Si uno quiere hacer unos minutos de oración que se ponga a hacer oración. Muchas veces piensas hacer quince minutos de adoración, y entre que piensas cuándo podrás sacar esos quince minutos, te preparas y buscas el sitio donde hacerlos, dejas de mirar el móvil o el correo electrónico, piensas por quién vas a rezar o si tienes que preparar algo para después…, y ha pasado media hora sin rezar. Cuando te pongas a rezar, reza. Lo que venga después vendrá, lo de antes ya ha pasado. Y así con la mayoría de las cosas de la vida, desde ver a un amigo a escribir un comentario (aunque he tenido que salir un ratillo en este rato a dar una comunión).

Y cuando lo intentas y no te sale: «Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad.» da mucha paz.

Pídele a la Virgen estar en lo que tienes que estar, sin agobios, y lo que pase lo guardas en el corazón.