Hace pocos días me reencontré con un viejo amigo, con el que había compartido muchas experiencias apostólicas. Repasando nuestra historia común vimos que muchas cosas se habían hundido. Entonces él me dijo: “llega un momento en que te das cuenta de que lo único importante es construir la Iglesia, todo lo demás se derrumba”. Un juicio certero que me fue bien escuchar para redimensionar todas las cosas que hago y los proyectos en los que me encuentro.

Jesús hoy habla de edificar sobre roca. De Pedro dirá que es la piedra sobre la que edificará su iglesia y éste apóstol nos recordará que Cristo es la piedra que desecharon los arquitectos y que ahora corona el edificio, y hablará de los cristianos como piedras vivas llamadas a contribuir a la edificación de la Iglesia.

No se trata de juzgar lo que nadie ha hecho o puede estar haciendo, pero sí de fijarse cada uno en su propia vida. Porque las palabras que hoy escuchamos en el evangelio han de penetrar profundamente en nosotros y han de ser como cuchillas afiladas que diseccionen separando lo verdadero de lo falso. Jesús se refiere a personas muy involucradas con los religioso y con su persona: “hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios”. Incluso han realizado milagros en el nombre de Cristo. Pero las palabras del Señor no admiten réplica: “Nunca os he conocido”.

Mi experiencia me indica que aunque en ocasiones pueda dudar del acierto de mis decisiones e incluso de la utilidad de mis proyectos nunca me he equivocado al confiar en la Iglesia. De hecho considero temerario enfrentarme a la que está edificada sobre “roca”, oponiendo argumentos que podrían reducirse al “he profetizado o he expulsado demonios” del evangelio. Porque, la que resiste en medio de las turbulencias de este mundo (de auténticos aguaceros e inundaciones es ella). Nuestras casas, por más hermosas que parezcan y atractivas, si no están construidas dentro de esa gran casa que es la Iglesia, acaban cayéndose. Por eso agradezco haber encontrado a lo largo de mi vida, desde el testimonio de mis padres hasta el de los sacerdotes que más he tratado esa certeza inamovible en la Iglesia. Generalmente cuando la criticamos confundimos planos en los que se entremezclan decisiones personales o actitudes particulares con su realidad. Pero descubrir la solidez de la Iglesia, más hermosa cuanto más despojada está de toda seguridad humana (al final arena que se desliza ante la menor dificultad), es uno de las experiencias más hermosas que pueden realizarse en la vida espiritual.

En la Iglesia escuchamos la palabra de Cristo que sigue hablándonos hoy. El teólogo Scheeben, de finales del siglo XIX, se expresaba temblando sobre lo penoso que sería no poder seguir oyendo hoy las palabras de nuestro Salvador. Y por eso agradecía ese don inmenso, esa construcción cuyos fundamentos escapan a los reduccionismo empiricistas, de la Iglesia.

Edificado sobre la roca de Cristo significa también saber que la solidez del edificio depende de la gracia. Que todo lo demás que acontece en nuestra vida, por grande que sea, se volvería nada si la roca (Cristo) dejara de estar sosteniéndolo todo. La Virgen María, Madre de la Iglesia, vivió esa certeza. Que ella interceda por todos nosotros para que, como ella seamos humildes cumplidores de la palabra del Señor.