El Sagrado Corazón de Jesús no es una realidad de otro tiempo. Benedicto XVI se ha referido en diversas ocasiones a él, especialmente en la encíclica dedicada a Dios Amor y también con motivo de la Pascua del año 2007. Allí recordó que Dios nos ama con corazón de carne.

La Imagen del corazón evoca el amor más tierno y profundo, que nace de lo íntimo de la persona y que excluye toda doblez. Cuando hablamos del Corazón nos referimos a los sentimientos más íntimos y verdaderos de alguien. Cuando contemplamos el Corazón de Jesús entramos en el misterio de su amor. Jesús nos ama con amor divino y humano al mismo tiempo.

La primera lectura de esta solemnidad señala la dinámica de dicho amor. Dios no prefirió a Israel por ser un pueblo numeroso, sino que se enamoró de ellos y los eligió por puro amor. Este dato es muy importante y ha de ser retenido. Dios nos ama libremente: es Él quien nos elige. Por eso nos ha creado y por eso sigue llamándonos y saliendo a nuestro encuentro. Pero, además, podemos encontrarnos con su amor porque se ha hecho hombre: se ha encarnado. Dice Benedicto XVI: “La verdadera originalidad del Nuevo testamento no consiste en nuevas ideas, sino en la figura misma de Cristo, que da carne y sangre a los conceptos: un realismo inaudito”. Nosotros conocemos el amor de Dios sobretodo, como también señala el Papa, poniendo nuestros ojos en el costado traspasado de Cristo. No podemos prescindir de ese corazón traspasado, que se entregó por nosotros. Es en la entrega de su vida donde se nos muestra su amor extremo hacia todos nosotros. No hay nada abstracto en esta enseñanza.

El Corazón de Jesús se nos muestra como la verdadera escuela de amor. A ello se refiere san Juan en la segunda lectura de este día. Él nos amó primero y es Él quien nos enseña a amar. Lo hace uniendo su corazón al nuestro. Ese misterio, iniciado en la Encarnación se lleva a cabo en el encuentro eucarístico. Para ello, como dice el Apóstol, Jesús nos ha dado su Espíritu. Comenta Benedicto XVI: “En efecto, el Espíritu es esa potencia interior que armoniza su corazón (el de los  creyentes) con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como Él los ha amado”. Hoy nosotros podemos encontrarnos con el Corazón de Jesús y, unidos a Él, amar como Él nos ha amado. Es algo muy grande y maravilloso.

En el Evangelio de hoy Jesús nos muestra un camino para ello: la humildad. Quizás una de las primeras cosas que hemos de aprender es que somos ignorantes en el amor. Pensamos que sabemos querer y no es así. Los pequeños, aquellos que acceden a los misterios del Padre y por los que da gracias Jesús, son los que primero son amados por Dios y comprendiendo el don inmenso que reciben pueden amar. Son los que no temen descansar en el Señor y creen de verdad que su corazón es humilde. Comprenden que Dios, como recuerda el documento Sacramentum charitatis, no sólo nos ama primero temporalmente sino que continuamente estamos siendo amados por Él y que vivimos de ese amor. Es el que nos sostiene, nos salva y nos hace capaces de obrar el bien.