Se van acercando los días de la Jornada Mundial de la Juventud, y van saliendo noticias en diversos lugares, unos más a favor y otros en contra. Hay algunos que nunca están contentos con nada: Si no hay jóvenes en la Iglesia porque no los hay. Si los hay porque quisieran que fueran otros. Si la Iglesia sale a la calle porque se hacen fiestas y se vacían los templos. Si nos quedamos en la sacristía porque no tenemos una presencia pública. Sea como sea la cuestión es quejarse. Siempre están deseando otra Iglesia que en la que viven. En parte tienen razón, otra Iglesia es posible, pero no por los caminos que a algunos les gustaría, que siempre están en desacuerdo con todo.

“El Señor dijo a Moisés: -«He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: «Hacia el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios.»»” Algunos son como los israelitas del Éxodo. No están a gusto ni siendo esclavos, ni siendo libres, ¡hasta se hartarán el maná!. Pasan por inconformistas, pero lo que son es personas sin gusto, que no disfrutan de nada y siempre piensan que un futuro por llegar será mejor y el presente es un asco. Y vivir asqueado es tristísimo. “Salió el sembrador a sembrar”. A estos siembres lo que siembres les parece mal: si es trigo querrían centeno; si centeno maíz; si maíz unas buenas alcachofas. Por mucho que siembre el Señor siempre les parecen mal los frutos del Espíritu Santo.

Pero efectivamente, otra Iglesia es posible. Esta si tu y yo nos decidimos a coger la Palabra de Dios como buena tierra y dejamos que sea Él el que la haga fructificar. La Iglesia no se cambia con manifiestos, sino con santidad. Y para ser santo hay que dejar que sea Cristo el que siembre su Palabra en nosotros, nos prepare, nos riegue, arranque las malas plantas y quite los guijarros que molestan y podamos dar buen fruto.

“Y el hombre comió pan de ángeles”. El verano es un buen momento para vivir mejor la Eucaristía. La Iglesia vive de la Eucaristía y ella la transforma y la forma según el cuerpo de Cristo. Cambiar la Iglesia será posible si nos dejamos cambiar por Cristo. Tal vez pueda parecer un trabajo baldío, pero la espiga al final da fruto, y esos frutos más espigas,… y así hasta conseguir que el mundo entero sea el campo de Dios.

El que es de Cristo tiene que ser fundamentalmente optimista. No puede ser un pájaro de mal agüero, anunciador de catástrofes y profeta de calamidades. La brizna más pequeña en medio de los cardos nos hace tener esperanza. Cristo comenzó con doce, ahora la Iglesia es mucho más numerosa, pero no por eso debe de ser menos santa.

Pidámosle a la Virgen que nos ayude a cambiar este verano, a no quejarnos todo el día de Dios, a confiar en nuestra Madre a Iglesia y a sonreír.