Vamos preparando el curso. Uno de los muchos fallos de la parroquia es el canto. Los sacerdotes podríamos hacer un disco como los tres tenores y que lo confundiesen con la grabación de los ronquidos de una elefanta durante el parto. Si uno canta mal el otro peor. y la mayoría de los fieles lo mismo, no llegamos a cantar, más bien tarareamos y en cuanto alguien duda de la letra se hace más silencio que en el claustro de un convento de Cartujos. Algunos quieren arreglar esto, y hacen bien, aunque ponen más voluntad que acierto (no me refiero a los coros que se van formando, que ellos ensayan y lo van haciendo cada vez mejor). Pero en ocasiones me dejan cantorales de otras parroquias, un cd, alguno hasta ha llegado a traerme un cassette que no sé dónde ponerlo para escucharlo. Y descubro con asombro que las canciones que me presentan como modernas ya me las sé, hace unos 27 años que entré en el seminario y ya se cantaban en las parroquias. Cuando me dicen que eso es “lo nuevo” me rejuvenezco, pero sé que es mentira. Eso de “lo nuevo” y “lo viejo” cuando no se mira la fecha de composición es muy relativo. Yo me sigo quedando con el “Tu has venido a la orilla” que al menos lo cantan todos.

«Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo.

Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean.

A vino nuevo, odres nuevos.

Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: «Está bueno el añejo.»»

Lo de ser en la Iglesia “progresista” o “conservador” es muy complicado. Además de que no me acabo de creer esas distinciones tan puritanas conozco a muchos que se dicen progresistas que siguen viviendo en los años 70 y a algunos conservadores que innovan en su pastoral muchísimo. Uno puede presumir de conservador y decir muchísimas tonterías, y otro presumir de progresista y superar al anterior. Lo de que “para ser libres nos liberó Cristo” muchos no lo entienden y siguen esclavos de muchas cosas. En la Iglesia hay muchísima libertad, cien mil cosas opinables. Hay otras que no pueden tocarse sin dejar de ser la Iglesia. Por ejemplo que él es la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Y sirviendo a la cabeza está Pedro. Algunos querrán inventar otro Pedro o no hacer caso al que esté. Eso es poner piezas de mantos nuevos a mantos viejos, y estropean los dos. Unos querrán la Iglesia del siglo XXV y otros la del XVII, sin darse cuenta que viven en el XXI. Mirando a nuestra Madre la Iglesia nos tendríamos que dar cuenta, si somos sinceros, que pocas instituciones han cambiado tanto en lo exterior en tan pocos años, pero sigue manteniendo al mismo Cristo en el Sagrario, los mismos sacramentos, la misma solicitud por todos los hombres, en especial los más pobres. No toda idea nueva es buena por ser nueva; ni todo lo antiguo es mejor por ser antiguo. Lo mejor es Cristo, que es el primero, el principio y todo se mantiene en Él. Cuando al opinar de la Iglesia se pierde la paz, seguramente es que todavía no hemos llegado a la sangre de la cruz. Luego mejor callarse y rezar (y cantar un poco si se sabe).

La Virgen es Madre y Modelo de la Iglesia. Que ella nos ayude a no perdernos en discusiones banales y a amar y servir a la Iglesia de hoy, según las capacidades y dones que el Espíritu Santo reparte.