Aunque llevemos unos años de parroquia, tan sólo tres, y ya estamos construyendo, siempre me parecen los comienzos. Este años comenzamos cosas nuevas o a hacerlas nuevas, como pueden ser los cursillos prematrimoniales que hemos dado unos doscientos hasta ahora pero hay que empezar a darlos bien. Así ocurre en cada cosa de la parroquia.

Esto viene a que hoy en la Misa escucharemos el comienzo de la carta de San Pablo a los Romanos. Los comienzos siempre son complicados. He estado pensando cómo se encontraría San Pablo al comenzar a escribir una carta a los romanos, con tan mala fama en aquel entonces. Da un poco de miedo. Anteayer estuve celebrando un bautizo en una parroquia igual a la mía, las mismas dimensiones, la misma estructura, la misma disposición… puesto un barracón puesto todos. Pero en ese barrio iban cinco personas a Misa en diario, había unos pocos niños de catequesis, casi nadie se había suscrito para hacer la nueva parroquia. Podría ponerme orgulloso de lo que Dios va haciendo en mi parroquia e incluso creerme que es cosa mía. Nada más lejos. Conozco muy bien mi inutilidad y sé que Dios hace lo que quiere. Merece más respeto esa parroquia que ver ahora mismo la mía con gente en la calle.

Comenzar no es fácil, si no estás convencido que es Dios quien comienza y acaba. A los sacerdotes se nos dice en nuestra ordenación: “Dios que comenzó en ti esta obra buena, Él mismo la lleve a término” Es Dios quien lleva las cosas adelante.

Los hombres de Nínive o los siervos de Jerusalén se convirtieron, pero no por Jonás que era un cobarde, ni por Salomón que era un golfo, sino por la acción del Espíritu Santo. Cada comienzo es difícil, y tenemos un montón de comienzos en nuestra vida. Con dificultades, con problemas, con incredulidades…, pero lo importante es comenzar y seguir. no por nosotros sino por el Espíritu Santo.

Sea en Roma, sea a un verdadero incrédulo, sea a un ateo con carnet del partido… lo importante es comenzar. Quien no comienza no acaba. A Dios sólo hay que darle la mano para que arranque, y no será cosa tuya ni mía, sólo de Dios.

Vamos a pedirle a la Virgen que nonos de pereza comenzar,, sino que sea Él el que acabe, que es lo importante.