Ya se han apuntado casi todos los niños a la catequesis, siempre quedará algún rezagado. De momento son 428 niños que pasarán cada semana por aquí. Los padres suelen ser muy pacientes, aunque también exigentes, pero comprenden que estamos en precario y hasta que no se construya la parroquia nueva los medios materiales son escasos. Los padres se suelen portar bien, aunque no siempre. El otro día una mujer enfadadísima venía a protestar porque no se había inscrito a su hijo en la catequesis y sí a una vecina. Hay que decir que no viven en el término de esta parroquia y lo que se le dijo es que preguntase en su parroquia, la otra se nos coló. Una madre defendiendo a su hijo es como una leona, nos llamó injustos, inútiles, personas sin criterio ni caridad. Todo esto mientras repetía que ella no venía nunca a Misa y, poco menos, que los curas éramos la vergüenza de la sociedad. Como no admitía razonamientos dejé que se desahogase y se fuese gritando: “¡Vaya con la Iglesia!”. Lo siento por los de la parroquia de al lado que tienen al niño en catequesis. ¿Cómo vienen a exigir catequesis cuando no creen? y encima se enfada la pobre. Si lo que tiene dentro es un enfado continuo es lo que sale en cada instante. Lo que tenemos dentro es lo que damos. «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo.» ¡Cómo tenemos que cuidar nuestro interior! No podemos ser esos sepulcros blanqueados que, en cuanto nos tocan, sacamos huesos, sapos y culebras. Es verdad que muchas veces nos acusan a los católicos de cosas falsas y de tópicos típicos, pero en otras ocasiones los que nos critican tienen razón. Y no me refiero a eso que la gente llama “la Iglesia Institución”, sino a ti y a mi. Dar limosna de lo de dentro significa darnos, y no damos porquería, damos lo que Dios va haciendo en nosotros. Si frecuentemente recibimos el Cuerpo de Cristo si nos hicieran una autopsia tendrían que descubrir a Cristo, y no nuestras entrañas llenas de orgullo o vanidad. “Yo no me avergüenzo del Evangelio; es fuerza de salvación de Dios para todo el que cree, primero para el judío, pero también para el griego. Porque en él se revela la justicia salvadora de Dios para los que creen, en virtud de su fe, como dice la Escritura: «El justo vivirá por su fe.»” No podemos avergonzarnos del Evangelio, y una forma de vergüenza sería mostrar en nuestra vida una caricatura del Evangelio. La fe tiene que mostrarse en la vida y así nuestra vida será de fe. Que nuestra Madre la Virgen nos ayude a dar lo mejor de nosotros mismos, es decir, lo que de Dios hemos recibido.