(Aviso a navegantes: Yo suelo hacer cada día lo que tengo que hacer y -cuando me toca-, escribir el comentario del día siguiente. Hoy me voy a hacer un «cursillo de cristiandad». No sé muy bien en qué consiste, pero creo que me hace falta. Hace quince años que no me voy cuatro días de la parroquia sin ser ejercicios espirituales. Así que voy a hacer trampa. Hoy escribiré los comentarios hasta el lunes, pero los reduciré a la mínima expresión pues no me da tiempo a escribir siete folios en una mañana. Os dejaré siempre alguna pregunta para que le deis vueltas. Pondré esta cabecera todos los días. De paso pedir al Señor que de mi vida arranque lo que tenga que arrancar, plante lo que deba plantar, cure lo que deba sanar y me sirva a mi y a vosotros. Nuestra Madre del cielo siempre nos ayudará. Gracias)

 

«¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!» La llave no es mía y si me la he quedado ha sido fraudulentamente. Cuando tengo algo que hacer, algo en lo que servir, no soy yo es Cristo quien actúa en mi. San Agustín (creo) decía: «Dame Señor lo que me pides y pídeme lo que quieras» Yo me he encontrado con cientos de personas a las que podemos calificar de «extrañas» pero ¿Puedo yo hacerme el dueño de la misericordia, la bondad, la paciencia y benignidad de Dios? ¿Acaso es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles? Evidente que también de los gentiles, si es verdad que no hay más que un Dios. Pues no me puedo quedar para mí con Dios, tendré que darlo. ¿Lo hago?