Por fin retomo el escribir comentarios. Tenía que haber comenzado el 1 de enero, pero dos días antes una mala pisada hizo que resbalase y me rompiera la tibia y el peroné. Aún tengo que ir con muletas y esperar una operación más pequeña para sacarme uno de los tornillos que me han metido dentro  y comenzar a apoyar el pie. Aunque sólo bajo a celebrar la Misa y poco más (pedir por el sacerdote que está conmigo en la parroquia, que está cargando con todo), puedo escribir. Es bastante aburrido estar medio de baja, tienes dolores, molestias y no puedes hacer casi nada; sólo esperar a que me llamen del hospital y me den la fecha de operación. En ocasiones se considera uno un poco inútil y me gustaría que todo esto pasase mucho antes, pero cada cosa tiene su tiempo, la médico es la que manda.

“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: – «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: – «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.” Eso es efectividad, si los médicos del cuerpo arreglasen tan rápidamente los huesos daría gusto. Y muchas veces se lo pedimos a Dios. ¿Por qué si llega un leproso, le pide a Dios que lo sane y enseguida lo hace… Por qué no lo hace con lo que yo le pido enseguida? Incluso en cosas muy buenas: pedir la salud de un ser querido, pedir que una chica no mate al hijo que lleva en su interior, intentar que se soluciones un matrimonio que pasa una mala racha, superar algún vicio o alguna debilidad que me humilla,…. Mil cosas que nos hacen decirle a Dios “Si quieres puedes” y parece que no puede o que no quiere. Muchas veces parece que Dios quiere poner a prueba nuestra fe. Sentimos que Dios está lejos, sin darnos cuenta en ocasiones lo lejos que estamos nosotros de Él.

El leproso se acercó a Jesús “suplicándole de rodillas”. Sabía que pedía “un imposible”, pero no duda en acercarse a él enseñándole su debilidad. A pesar de saber que todos se apartaban de él por su lepra, que tocarle significaba impureza. Pero se acerca a Jesús de rodillas. Nosotros en ocasiones pedimos a Dios desde la prepotencia, la exigencia, sin querer mostrarnos como somos, con nuestra debilidad y humildad por delante, sino desde lo que creemos merecer por nuestros méritos. Por eso muchas veces nos enfadamos con Dios cuando parece que no nos escucha. Pedimos a Dios una cosa y no nos damos cuenta de todo lo que nos está dando. Es como cuando el niño se enfada porque el padre no le compra la Wii y no se da cuenta que de sus padres ha recibido la vida, el cariño, la ropa, la educación, el alimento e incluso la Play que ya tiene olvidad en un rincón. “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios.” Si yo me diese cuenta la de cosas que Dios está haciendo en mi me dará un poco de rabia no poder andar, pero tengo tanto para darle gracias que no me dará tiempo de estar rabioso. Así, aunque pensemos que lo peor es la muerte sabemos que Dios la convierte en vida… y vida para siempre. Pero para darse cuenta de eso hay que estar muy cerca de Dios y acercarnos como la criatura al creador, como el hijo pequeño a su Padre que le quiere mucho más de lo que podemos imaginar. Y no tengamos miedo a mostrarle a Dios nuestras llagas, heridas y cicatrices. Cuanto más nos demos cuenta de lo que Dios nos cura más agradecidos estaremos y “divulgaremos el hecho con grandes ponderaciones.”

Nos ponemos delante de nuestra Madre la Virgen para que nos enseñe a pedir. Puestos a pedir os ruego una oración por una reunión que tengo mañana para ver la obra de la parroquia, creo que será importante (a lo mejor no sirve para nada, pero rezar siempre viene bien). Gracias.