Ayer por la noche me llamó un sacerdote amigo y quedamos hoy para cenar. Lo pongo no porque tenga nada que ver con el comentario, sino para acordarme. Pero sí, haremos que tenga que ver. Esa llamada me alegra y tengo ganas de estar un rato charlando con él, no me da ninguna pereza. A la vez tengo que llamar a una persona que me ha puesto de vuelta y media, tengo que reconocer que esa llamada me da más pereza, la voy retrasando y seguro que no será una video llamada (que nunca he hecho ninguna), pero así no se me verá la cara que es el espejo del alma, dicen. Me imagino que todos tenemos algunas cosillas que nos cuestan más, que no son más difíciles, que se enquistan en el alma y en el corazón. No suelen ser cosas objetivamente muy importantes ni trascendentes, pero se van quedando en el corazón.

“Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.” Dentro de muy pocos días comienza la cuaresma, tiempo de conversión. Las cosas externas que tenemos que hacer, los ayunos, limosnas y la oración están bien claros. Pero podemos plantearnos la conversión como un reto insuperable o acabar con esas envidias, rivalidades, desórdenes y maldades que -en mayor o menos medida-, tenemos en el corazón. Convertirse es acabar la cuaresma con paz, con esa paz que nace de la sabiduría que viene de arriba.

«Tengo fe, pero dudo; ayúdame.» Este grito desgarrador del padre que quiere la salud de su hijo es nuestro grito. Sin duda el Señor habrá estado mirando nuestros intentos de cambiar cuaresma tras cuaresma, o día tras día. Si escuchásemos a Jesús decirnos: « ¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar?.» Nos moriríamos de vergüenza. No suelen ser grandes cosas las que nos hacen clamar a Dios. Y para saber qué hacer sólo hay que avanzar unos versículos.  «Todo es posible al que tiene fe.» «Esta especie sólo puede salir con oración.»

Antes de comenzar la cuaresma tenemos que tener claro que la conversión es posible. Que todo lo puede el que tiene fe. Si comenzamos con poco ánimo, como un tiempo más con alguna actividad religiosa extraordinaria, seguramente acabemos igual o peor que empezamos. Pero Dios puede, aunque llevemos años intentándolo sin éxito.

Y la oración es la puerta de la esperanza, de la Gracia, de la nueva vida. Estar tiempo hablando con Dios nos ayudará a un día hacerle la pregunta: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?» y encontrar respuesta. No deja de ser curioso que a Dios muchas veces le damos soluciones, le prometemos hacer esto y lo otro si nos cambia y no dejamos que nos diga el camino del cambio. Si le dedicamos algo más de tiempo, si charlamos un rato más con nuestro Señor nos mostrará el camino y nos dará la gracia para seguir adelante.

Vamos a pedirle a la Virgen que nos acompañe en esa conversación con nuestro Dios, que nos indique los temas para no ser sordos y mudos. No sé si mañana haré esa llamada, pero casi seguro que ceno en buena compañía.