Ayer comencé la rehabilitación del tobillo. Cuarenta y cinco minutos, pero no fue muy molesto. Ahora tengo que dedicarme a hacer movimientos extraños, aunque a lo mejor son movimientos habituales pero de los que no eres consciente. Nunca se me habría ocurrido escribir el abecedario en el aire con movimientos del tobillo…, pero si lo dice la “fisio” habrá que hacerlo. Hay muchas cosas de las que hacemos que no somos muy conscientes, pero las hacemos (caminar, respirar, latir el corazón, gestos, etc.), tal vez si fuésemos conscientes de todas estaríamos agotados, pero si no las hacemos estaríamos muertos.

«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.» Estamos entrando en el cogollo de la causa de la muerte de Jesús. Y los judíos tenían razones para escandalizarse, cómo pensar que el hijo del carpintero es Dios hecho hombre. Somos más dados a ser soberbios que humildes, a presumir antes que a humillarnos. Por eso los judíos tomaban a Jesús por un loco blasfemo, se creía tan importante como Dios. No podía ser verdad lo que decía.

«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.» Al otro lado del Jordán habían creído a Juan. No llegarían a comprender en su profundidad a quién tenían delante, pero sabían que venía ya la hora del Mesías que Juan había anunciado. Por eso, con asombro, empiezan a creer en él.

Estoy convencido que si preguntase en mi parroquia a niños, jóvenes, mayores y ancianos quién es Jesús, enseguida me dirían que Jesús es Dios. Lo hemos oído desde pequeños, hemos ido a nuestras parroquias a besar la imagen del niño-Dios en navidad y lo sabemos a la perfección. A nosotros no nos escandaliza. Sabemos que los cristianos no seguimos a una buena persona, sino al mismo Hijo de Dios. Muchos lo decimos cada día en el Ángelus: “El verbo de Dios se hizo carne.” Pero como del respirar o el latir del corazón, en ocasiones no somos conscientes. ¡Siendo Dios te haces hombre! Ojalá no nos acostumbremos a esta maravilla de la encarnación. El crucificado, el que veremos vilipendiado, humillado, encarcelado, lacerado… hecho nada: es Dios, el Hijo que hace la voluntad del Padre.

Siendo Dios se ha hecho hombre. Y parece que menos que hombre, gusano. Si leemos y contemplamos la pasión desde la perspectiva de Dios encarnado no podemos menos que  estremecernos ante las maravillas de Dios y nuestro desprecio y olvido. no es solamente algo sentimental, va mucho más allá, es constatar la realidad.

La Virgen es plenamente consciente de esa realidad, desde el anuncio del ángel está pendiente de esa sobrenatural naturalidad de Dios. Miremos a Cristo con sus ojos.