Hoy en Madrid será la Misa Crismal. A quien nunca haya ido se lo recomiendo, muchos sacerdotes (ojalá pudiéramos todos), concelebrando con el Obispo vuelven a hacer las promesas de la ordenación y renuevan su alegría de servir a Cristo. La bendición y consagración de los óleos que luego se distribuirán por todas las parroquias marcan la centralidad del ministerio del Obispo y nuestra unión con él. Tristemente muchos toman al Obispo como el presidente de la multinacional y discrepan de él y le critican de una manera que en la empresa privada estarían engordando las listas del paro.

“En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, a los sumos sacerdotes y les propuso: – «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.” Treinta monedas, menuda birria. Pero ¿cuántas veces estamos dispuestos a vender a Nuestro Señor a nuestra Madre a Iglesia por menos?. Por un poco de fama, porque hablen de ti, por un pequeño aplauso, porque nos pasen la mano por la chepa e incluso simplemente para que no hablen mal de nosotros, somos capaces de vender a Cristo. A los sacerdotes tal vez se nos vea más y se nos critique más, pero en la unión efectiva con Cristo somos iguales todos los cristianos, cada uno donde Dios y la Iglesia se lo piden. Cada mañana el Señor “nos espabila el oído”, pero parece que en muchos casos  volvemos a llenarnos las trompas de eustaquio de cerumen.

El gran problema de Judas es muchas veces el nuestro, ni sabemos ni queremos escuchar. Tres años oyendo hablar a Jesús a diario y él seguía haciéndose su película de la vida. Ayer me llamaba un muchacho que lo está pasando mal económicamente -como tantos-, y se estaba plantando el delinquir. ¿Vale la pena jugarse siete o diez años de prisión para vivir unos días cómodamente, seguramente volver a las drogas y estar en unas semanas igual o peor que ahora? Le he recomendado que no lo haga, ahora queda en su libertad. Nosotros cuántas veces nos planteamos el que lejos de Cristo y de la Iglesia estaremos más cómodos…, y también nos engañamos. La soberbia, la de Judas, es mucho más común de lo que podemos imaginar. La soberbia no es querer ser un gran deportista y que nos pidan autógrafos, ni el querer triunfar en la vida. La soberbia peor y más sibilina es la soberbia intelectual, que nos lleva a querer tener la razón por encima de todo y de todos. Por eso hay pocas cosas más tristes que un teólogo soberbio, quiere estar por encima de Dios y de la Iglesia.

Para entrar en el Jueves santo necesitamos la humildad. Dios nos sorprenderá si le dejamos. María guardaba todas las cosas en su corazón, quitemos la soberbia del nuestro para que quepan esas cosas de Dios.