Si alguno tiene tres o cuatro horas en el día de hoy que le sobren, por favor que me las preste. Hoy tengo que estar en cinco sitios, predicar un retiro, ir al médico, ensayar las comuniones, celebrar la Misa, sacar un tiempo para rezar, ver a un par de personas y dejo alguna gestión para el jueves si no saco un ratillo para hacerlas hoy, además de escribir el comentario de mañana. Un día sí es de los que suelen implicar además que se complique el despacho parroquial con dos o tres expedientes matrimoniales, pilles tres atascos, aparezcan unas personas a venderte champú (eso me lo ventilo rápido debido a mi calvicie), y otra persona venga lamentándose que no le haces caso porque el otro día no la miraste demasiado tiempo y piensa que la desprecias por algo. Esas son las contradicciones del día a día, que cuando tienes prisa pasan más lentamente. En ocasiones me dicen ¿No te agobias?. Pues la verdad es que sí, pero lo mejor es poner el corazón en lo que estás haciendo en ese instante, sin pensar en lo que has hecho antes ni en lo que vendrá después.

“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, corno el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mi, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.” Cada uno da fruto según la vocación a la que haya sido llamado. Si un monje de clausura y contemplativo tuviera mi día habría que regañarle y si un padre de familia no saliese en todo el día de la parroquia habría que ponerle firmes. Pero sea la vocación que sea la que tengamos tendremos que hacer cada cosa unidos a Cristo. La mucha actividad no está reñida con la contemplación. Hacer mucho sin Cristo hace que nuestro trabajo sea baldío. Lo nuestro es dar fruto, luego es estar unido a Cristo en cada cosa que hacemos.

Hay mucho que hacer. No hay más que mirar el mundo para ver que la mies es abundante y los obreros pocos. Cada cual en su sitio. No está bien que las parroquias estén cerradas porque el párroco está todo el día fuera. Tendremos que ingeniárnoslas para que los templos permanezcan abiertos. Muchas personas pasan unos minutos, como el sediento a la fuente, a echar un trago de la fuente que es el Sagrario. Los laicos sois los que tenéis que transformar el mundo a imagen del mundo que Dios creó y Cristo redimió y tenéis derecho a poder llegar hasta los sagrarios para tomar fuerzas. Si no es así seguramente vuestro trabajo apostólico sea menos fecundo y el del párroco que está todo el día haciendo gestiones, y el templo cerrado por miedo a los robos, sea casi inútil.

El fruto lo da el Espíritu Santo, pero quiere que nos lo trabajemos. Pidamos a su esposa,nuestra Madre la Virgen, que nos de siempre la gracia de estar donde tenemos que estar y así poder dar fruto abundante.