Ya quedan apenas cuatro meses para consagrar el nuevo templo, eso si cumplimos los plazos. Ahora es tiempo de presionar a los constructores, al escultor, al ebanista que hace los bancos, a los de la megafonía, tiempo de ir preparando la celebración, ensayos, prisas…. Y otros tiempos que no podemos controlar como lo que tarde el Ayuntamiento en dar la licencia de actividad. Uno puede ir metiendo prisa a todo el mundo y un papel se queda semanas encima de una mesa hasta que alguien lo mira y lo sella. Son semanas de mucha actividad, tensión y nerviosismo y simplemente porque nos cambiamos de sitio unos cuantos miles de feligreses.

“Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.»” Celebramos hoy el nacimiento de San Juan Bautista. El nacimiento de Juan anuncia los meses previos al nacimiento del Mesías. Si acabar la construcción de un templo te pone nervioso cómo debería estar la humanidad antes de la llegada del Redentor…, y sin embargo se enteran unos pocos. Preparar la encarnación de el Salvador había llevado siglos de preparación. Desde que Adan y Eva dieron la espalda a Dios y los hombres tomaron el camino de creerse dioses en vez de creaturas Dios, uno y trino, comenzó a preparar este momento. La humanidad que, como Zacarías, estaba muda ante Dios, no tenía nada que decirle, va a recibir a la Palabra que lo dice todo. Igual que se rompe la tradición de pasar de Zacarías a Zacarías e irrumpe un Juan en la historia se rompe la generación del pecado al pecado para llegar a la Gracia.

«¿Qué va a ser este niño?» Es una pregunta mal planteada. Lo importante es qué va a ser de nosotros. Juan es el precursor de la llegada de Cristo para toda la humanidad, para cada uno de nosotros. Podemos seguir pensando que la redención es para otros, pero es para ti y para mi. ya no tenemos que vivir encerrados en el pecado sino abiertos al Espíritu Santo. “Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Antes de que llegara, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión; y, cuando estaba para acabar su vida, decía: «Yo no soy quien pensáis; viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias.» Hermanos, descendientes de Abrahán y todos los que teméis a Dios: A vosotros se os ha enviado este mensaje de salvación.” El cambio es radical y de tal calado que podemos no darnos cuenta de su importancia. Los vecinos de Isabel se alegran porque Zacarías habla, pero el motivo de alegría es que Dios va a hablar, y esa Palabra es para siempre y para todos.

La Virgen estaría presente en el nacimiento de Juan. Era la primera en entrar por la puerta del nuevo templo de la Redención del pecado y de la muerte. Agarrados de su mano contemplemos las maravillas de Dios.