Después de la pequeña confusión entre los comentaristas la semana pasada, ahora sí que empiezo mis catorce días de comentarios.

¡Han comenzado las olimpiadas! Grandes eventos, luces, espectáculos. Sin duda alguna el deporte es muy “predicable”, pero desde luego estas no han podido comenzar con peor pie. Como ahora se sabe todo en un momento nos hemos enterado por la prensa que en la villa olímpica se han repartido 150.000 preservativos por si no acaban suficientemente cansados en los entrenamientos, y han prohibido cualquier signo religioso, por aquello de no ofender. Se ve que lo de “Mens sana” ya no se lleva. Copio de Wikipedia, que aunque tiene sus errores en ocasiones acierta: “Mens sana in corpore sano es una cita latina que proviene de las Sátiras de Juvenal. La cita completa es «Orandum est ut sit mens sana in corpore sano» (Sátira X, 356).Su sentido original es el de la necesidad de orar para disponer de un espíritu equilibrado en un cuerpo equilibrado; no es, por tanto, el mismo sentido con el que hoy en día se utiliza: «mente sana en un cuerpo sano».” Pues nada, estas olimpiadas vamos a ver cuerpazos atléticos que en unos años echarán barriga y tardarán quince minutos en hacer cien metros. Con esto no me meto con los atletas, que seguro que hay muchos buenísimos, pero sí con el espíritu que se le va dando a las olimpiadas.

“Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: – «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.»” Si los del COI se enterasen que Jesús multiplica los panes le obligarían a trabajar en una panadería y nos venderían la barra de pan a cinco euros. El mundo nos está ofreciendo un “pan sin cuerpo”. Vaciedad, luces que se apagan, espectáculos que se marchitan… y nada más. Es cierto que en el mundo habría alimentos para todos y sobraría si no existiese el egoísmo de los hombres, si no se hicieran fortunas injustas y no gastásemos los recursos inútilmente. Da lástima ver las imágenes de personas y pueblos enteros hambrientos mientras que aquí tiramos la comida.

Y es mucho más cierto que Dios derrocha su gracia sobre la humanidad, pero esta tiene que acogerla. Nos quieren condenar a una anorexia espiritual en la que Dios ya no sólo es sustituido por el hombre, sino que es vergonzante. A algunos no les conviene que la gente crea. Si todos pudiéramos decir con San Pablo: “Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.” ¿Cómo íbamos a permitir la pobreza? ¿Cómo empezarían las guerras? ¿Quién explotaría al prójimo o le robaría sus bienes?. No, a muchos no les interesa. Nos obligan a mirar al suelo -buscando gusanos para comer-, para que no miremos al cielo y descubramos a Cristo, el hombre nuevo que sacia a todo viviente.

Pues nosotros vamos a mirar a lo alto. Hacen falta santos con los pies bien puestos en el suelo. Verdaderos atletas de Cristo dispuestos a llegar hasta la meta y nunca solos. Si nos quieren prohibir hablar y relacionarnos con Dios, entonces hablemos más alto y recemos más. Entrenémonos en la montaña de la oración para ganar las medallas que la carcoma no corroe. Dejémosle a los que quieran con su oro, su plata y su bronce, nosotros hemos descubierto el verdadero tesoro, la gloria que no se esfuma. Y vamos a ofrecerla al mundo gratis, para todo aquel que quiera aceptarla, pues gratis la hemos recibido nosotros.

Están quitando los andamios de la torre de la parroquia. Una torre cuadrada, de cristal, e inscrita en cada cara una cruz. Al final hemos plantado una cruz de 28 metros de altura en medio del barrio. A quien no le guste, que no mire.

Nuestra Madre la Virgen es mediadora pues todo lo que le da su Hijo nos lo ofrece a nosotros. No nos vende el pan, nos lo da de balde. Que ella nos ayude a llegar hasta la meta.