Es una lástima pero paso bastantes horas del día delante del ordenador, ya sea escribiendo estos comentarios o pensando ideas para el año que viene. Ahora tengo la suerte que mientras miro la pantalla veo el Sagrario desde el despacho y eso siempre anima. También me gusta escribir cosas a mano -creo que hay que practicar, va a haber generaciones que tendrán una letra asquerosa por no haberlo hecho nunca-, y mientras pongo algo en la pantalla del ordenador. Mis preferidos son poner las webCam de los santuarios de Lourdes y de Fátima. Como mi monitor es grande y se pueden poner a pantalla completa las dos cámaras es un poco como estar allí. Puedes ver y escuchar en directo lo que está pasando en los dos santuarios y pedirle muchas cosas a la Virgen. Después de leer las noticias suelo acabar “visitando” uno de los dos santuarios para despejarme de tan malas noticias. Siempre hay gente rezando -aunque en Lourdes esté lloviendo todos los días-, y eso es como una luz que brilla en medio de la oscuridad que te traen las noticias.

“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. Celebramos hoy la Transfiguración. Esta fiesta pasa desapercibida, en medio de las vacaciones para muchos y en un día laborable. En ocasiones me pregunto ¿Por qué sólo tres de los doce vieron al Señor transfigurado? Si hubieran ido los doce se habría afianzado su fe, tal vez Judas no le hubiera traicionado. Claro que ya puestos podía haberse transfigurado en la explanada del Templo de Jerusalén, frente al pueblo los sumos sacerdotes y ancianos…, o haber ido a Roma. Pero no, el Señor sólo se transfigura ante tres de sus discípulos.

Dentro de poco vamos a comenzar el año de la fe. El hombre necesita de certezas y seguridades y, cuanto menos nos fiamos del hombre, hacemos más cantidad de documentos y crece la legislación respecto a los contratos, acuerdos y negociaciones. Donde antes había un apretón de manos y una palabra ahora hay tres abogados. Nosotros confiamos en la palabra. Por la palabra se nos comunica la fe, la conocemos y ahondamos en ella. Y entonces, mediante la fe, la experiencia de otros se convierte en nuestra propia experiencia. Quien, que se haya puesto a hacer un rato verdadero de oración, no ha dicho con San Pedro: “Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!”. Por eso el Señor no se transfigura delante de muchos, sino que nos hace conocer que la experiencia de la transfiguración está al alcance de todos. Una vez que Cristo ha resucitado todos podemos acercarnos a la “montaña santa” y disfrutar de esa intimidad con el Salvador que Pedro, Santiago y Juan tuvieron en la cima de ese monte alto. Ciertamente la oración, siempre que sea posible, es recomendable hacerla frente al Sagrario, pero podemos tener esa cercanía con Dios ante un paisaje, en la tranquilidad de la montaña, en el barullo de la playa, ante un amanecer o ante la pantalla del ordenador. Todo momento es propicio para encontrarse con Dios, mientras no n os encerremos en nosotros mismos.

Contemplar a los fieles que se acercan a los santuarios marianos es ver a tantos que se acercan a buscar un poco de luz que brilla en brazos de la Madre. También nosotros nos acercamos a ella para escuchar la Palabra que nunca defrauda.