Complicadísimo encontrar las lecturas de la fiesta de hoy, el día de Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Hay que ir de un lado a otro del leccionario para encontrarlas, y darle un cursillo previo al lector de la Misa. Vale la pena dedicar alguna vez un rato a leerse la introducción al leccionario y comprender por qué se leen cada día las lecturas que se leen. Cada tres años damos un repaso bastante importante a la Sagrada Escritura y, poco a poco, va calando en nuestro interior. Edith Stein conocía bien el Antiguo Testamento como judía que era, pero conociendo a Cristo llegó a entenderlo y vivirlo en toda su profundidad. Mil veces lo diré y me quedaré corto, tenemos que conocer la Sagrada Escritura, leer frecuentemente la Biblia y que vaya calando en nuestra vida y en nuestros pensamientos.

«Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas» Las vírgenes necias se habían dejado el aceite. El cristiano necio (con perdón), es aquel que no recurre a la Biblia, que deja de rezar, que no acude a la Eucaristía o va con desgana y sin atención. Poco a poco se le va secando la piedad, se le hace más árido el trato con Cristo y le cuesta ver la acción de Dios en su vida. El Señor “nos habla al corazón” y hay que aprender a escucharle, a reconocer su voz entre tantas. Cuidar la piedad nos ayuda a que las respuestas en nuestra vida sean respuesta de fe, de verdadero creyente, de aquel que vive en Cristo.

Es cierto que todos en nuestra vida tenemos derecho -por decirlo así-, a “dormirnos”. Puede haber épocas en que el trabajo, el empezar a ser padres, los cambios en nuestra vida nos “despisten” de Dios. El que ha sabido tratar a Cristo se da cuenta que algo le falta y suele volver a centrarse en lo verdaderamente importante. Cuanta gente ha vuelto a la Iglesia después de una vida más o menos desordenada por recordar cómo su madre le enseñó a rezar o porque han mantenido en su vida -tal vez sin encontrarle sentido-, alguna oración diaria a la Virgen.

Hoy el mundo necesita muchísimo de nuestro aceite. Por eso es tan necesario que los cristianos recemos más, nos unamos más a Cristo y vivamos una caridad más sincera. Necesitamos dar a Cristo, que haya muchas vírgenes prudentes con las alcuzas bien llenas. Lo podemos hacer en nuestra vida cuidando de manera especial nuestro trato con Cristo.

Y por supuesto, hoy agradecer de manera especial la vida de las religiosas contemplativas que en el silencio de sus conventos van haciendo que cada uno de nosotros aprenda a esperar al Esposo.

Que la Virgen María y Santa Teresa Benedicta de la Cruz nos ayuden a esperar a Cristo, a recibirle y a entrar con Él en el convite de bodas.