Hoy pongo el título en latín que ha dicho el Papa que hay que conocerlo (y yo no sé). Todavía seguimos sin fecha para la consagración de la parroquia, creo que este año va a haber que cargarse de paciencia. Ya he llegado al convencimiento que la fecha que Dios quiera será la mejor, pero no me canso de decirle que sea pronto. Las maneras de hacer de Dios no dejan de ser curiosas para los hombres. Muchas veces queremos enmendar la plana a Dios y hacer nuestros planes, sin darnos cuenta que -hasta para las cosas más buenas y más santas-, los planes de Dios son mucho mejores que los nuestros. A veces son incomprensibles, pero -aprendiendo de la experiencia de los demás y de la propia-, sabemos que Dios hace las cosas muy bien y en el mejor momento. Lo que pasa es que nosotros somos “unos prisas”.

«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.» El pueblo de Israel estaba como loco por salir de la esclavitud de Egipto y ante la primera contradicción ya está renegando de Dios. Cuando nos quejamos de algo, de la providencia de Dios, empezamos a ver todo en negativo y descubrimos que las cosas pueden ir peor. “El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas.” Y cuando volvemos al Señor nos damos cuenta que Él está por encima de nuestras contradicciones y fracasos. “Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado”. Y entonces nos damos cuenta que no podemos olvidar las acciones del Señor, y si seguimos su camino no hay nada que temer.

El pecado es la mayor tragedia de la humanidad. Conlleva todas las violencias, injusticias y barbaridades que vemos en nuestro mundo y es el causante de que el hombre se quede vacío, sin metas, sin alegría. Nos podría parecer que Dios tendría que haber evitado que el hombre pecara. Y cuando vivimos inmersos en un mundo de pecado mucha gente se pregunta dónde está Dios. Pues Dios sigue haciendo su plan de salvación sobre los hombres, y es el mejor posible.

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.»

Mirar hoy la cruz es mirar la Vida. Encontrarse con las consecuencias de los pecados propios y de los hombres es encontrarse con Dios que ha superado todo eso en virtud de la entrega de su Hijo. Encontrarse con el pecado de frente es encontrarse con un perdedor, con alguien que ha sido vencido, cuyo veneno es incapaz de hacernos daño si dejamos que nos atraiga la cruz salvadora.

Nosotros podríamos haber pensado como signo de salvación una margarita, o una chocolatina. La cruz de Cristo nos muestra la verdadera cara del pecado, su resurrección nos muestra su derrota. No hubiéramos diseñado una “hoja de ruta” mejor.

Por eso, aunque te encuentres desanimado, aturdido, desconcertado y abatido. Aunque te parezca que el pecado se ha instalado en tu vida y no puedes salir de él, aunque las consecuencias del pecado -incluso de otros-, te haya llevado a la pobreza, a la marginación, a la tristeza… Mira a Cristo en la cruz y repítete por dentro: El pecado ha sido vencido, abrázate a Cristo en la cruz y serás un hombre nuevo.

Al pie de la cruz estaba María. En el futuro templo vamos a poner un descendimiento, la Madre está a punto de recibir el cuerpo sin vida de su Hijo en los brazos. Los que creían que entregaban muerte estaban entregando Vida. Si estamos con ella mirando a Jesús oiremos en nuestra alma: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mi.”