El templo parroquial está ya casi acabado de construir, a falta de algunos detalles. Ahora comenzamos los trámites administrativos (siempre pesadísimos), para poder comenzar a utilizarlo, después de consagrar el templo. La pregunta más repetida es ¿Cuándo se consagra? y la respuesta más recurrente es “Y yo qué sé”. Pero como no podemos depender de las paredes para empezar a trabajar y ya hemos estado unos cuantos años en precario ya han empezado a funcionar los grupos. Nos acercamos peligrosamente a los 500 niños de catequesis, ayer comenzó un grupo con unos 12 universitarios, el grupo de Cáritas ya ha programado el curso… y así poco a poco las cosas antiguas y las nuevas. Es bonito comenzar una parroquia nueva y joven. Para cada actividad que proponemos (o propone la gente), aparece gente de las más diversa procedencia, de distintos lugares geográficos y de lo que en mi época de seminario se llamaban distintas sensibilidades eclesiales (siempre me ha hecho gracia esa expresión). En la parroquia hay personas que vienen de los neocatecumelaes, del Opus Dei, de Comunión y Liberación, e las Congregaciones Marianas, Cursillistas, de espiritualidad jesuítica o dominica, carismáticos, de su parroquia de Hortaleza o recién convertidos que acaban de empezar a vivir la fe. Da igual de donde sean, lo importante es que todos quieren hacer parroquia, hacer Iglesia. Sin duda lo harían mejor con otro párroco, pero tendrán que aguantarse de momento.

“Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.” Quienes quieren acabar con la Iglesia se empeñan en presentarla internamente dividida y lo malo es que nos lo creamos. La historia ya ha provocado demasiadas divisiones en el Cuerpo de Cristo, es momento de buscar la unidad, que no es ser todos iguales.

los que se empeñan en ver a la Iglesia casi moribunda, como una reminiscencia del pasado, y se empeñan en reformar el Cuerpo de Cristo no se dan cuenta que la Iglesia está hasta por encima de nuestros pecados. Ante la división en la Iglesia no hay que intentar hacer otra Iglesia. Habrá que llorar por nuestros pecados, volver a lo esencial y escuchar la voz de Cristo que nos dice: “No llores”. La Iglesia siempre se ha reformado en fidelidad, no con ruptura. Los que piensan en “otra organización” acabarán haciendo eso, una organización. Los que vemos en la Iglesia como Cuerpo de Cristo sabemos que la Iglesia se reforma acercándose más a Jesús, que sana todas sus enfermedades y cura sus dolencias.

Hoy a un amigo -rezar por el-, le dirán si su cáncer es operable o no. Muchos en la Iglesia ven enseguida un cáncer incurable, que hay que extirpar. Si por ellos fuera -de un lado y de otro-, dejarían el Cuerpo de Cristo completamente mutilado. Más que pensar en mutilar hay que saber sanar, y eso lo hace el Espíritu Santo. Por eso en la Iglesia siempre hay otra oportunidad.

Santa María, madre de la Iglesia, ruega por nosotros pecadores y nos mantenga en la unidad.