Ayer fui al almacén de una empresa que va a darnos muebles para la futura parroquia. Principalmente buscaba sillas, nos hacen falta unas 150 para las salas de catequesis. Una vez allí había papeleras, percheros, mesas, destructoras de papel, expositores, armarios, rinconeras…, de todo menos sillas. Pedí todo lo que servirá para la nueva parroquia, cualquier cosa es una ayuda para ahorra que falta nos hace. A veces uno busca una cosa y encuentra otra.

“En aquel tiempo, vio Jesús al pasar a un hombre llamado Mateo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: -«Sígueme.» Él se levantó y lo siguió”. San Mateo oyó muchas llamadas en su vida, incluso ser recaudador de impuestos fue una llamada a la que tuvo que contestar superando el ser mal mirado y tachado de impuro. Esa llamada le pareció tan atrayente como para romper con gran parte de su pasado. Le parecería la decisión más importante de su vida, hacerse recaudador de impuestos le hacía apartarse de amigos y familia.. Creía que eso era lo que iba a encontrar en su vida…, pero Dios le tenía reservada una sorpresa.

La llamada de Jesús le llegó al corazón, cambió todo lo que creía inamovible pues se había dejado media vida en decidirse. Y siguió a Jesús dejando todo lo demás.

Hay una página web que me gusta visitar por las mañanas pues casi siempre cuenta la historia de alguna conversión. Muchas veces son situaciones personales complicadas, enmarañadas con drogas, violencia, sexo…, pero se encuentran con Cristo y rompen con lo que les parecía definitivo.

La vocación (no hablo de conversión ahora, pues tenemos que descubrir lo que Dios quiere de nosotros y para eso no hace falta ir de una vida mal vivida a una bien vivida), es caer en la cuenta de lo que hoy nos dice San Pablo: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo.” La vocación lo trasciende, penetra e invade todo y la única respuesta es seguirle. Lo malo es querer encasillar a Dios en lo que nos tiene que dar y pedir. Si yo hubiera ido a buscar sillas, no encontrase sillas y me fuese sin ver lo que me ofrecían hubiera tenido que buscar más dinero para encontrar todo lo que me hacía falta. Por eso cuando uno se plantea una vocación pues siente algo en el fondo de su alma, no se pregunte si será capaz, si cumple eso sus expectativas o su capacidad. Todo eso el Señor lo da por añadidura si te levantas de la mesa de la comodidad y le sigues.

Ponemos hoy en manos de la Virgen todas las vocaciones, en especial las sacerdotales y religiosas, y que San Mateo nos ayude a anunciar siempre a Cristo.