Con motivo de la Solemnidad de la Almudena hoy en Madrid celebramos la dedicación de la Basílica de Letrán. En el calendario Universal esta celebración corresponde al día de mañana. La basílica de Letrán es llamada “madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe”. Como señal de amor y unión con el Papa, la fiesta se celebra en toda la Iglesia. En esta basílica está la cátedra de Pedro. Aunque se desconoce la fecha exacta de su dedicación, la celebración de esta fiesta data, al menos, del siglo XII.

Las lecturas nos hablan del templo en varios sentidos. Por una parte Jesús se dirige al de Jerusalén, donde los judíos ofrecían sus sacrificios, que había sido construido con piedra. Pero la acción que realiza allí (expulsar el mercado) la refiere a sí mismo. Porque su cuerpo es el nuevo templo que va a ser destruido pero resucitará al tercer día. Por otra parte, san Pablo nos habla del edificio que se va construyendo sobre Jesucristo: es la Iglesia. San Pedro hablará de los cristianos como piedras vivas, de ese nuevo templo. Y, en otro momento san Pablo se referirá al cuerpo de un cristiano como templo del Espíritu Santo.

Todas esas referencias no se contradicen entre sí. Es más, a la luz de la visión de Ezequiel, podemos entenderlas unitariamente. El profeta nos habla de un río de agua que parte del santuario y lo va sanando todo a su paso. Los terrenos yermos y las aguas salinas son purificadas. Gracias a su caudal todo se regenera y la vida es posible. Y dice señalando su poder: “a la vera del río crecerán toda clase de frutales, no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán”.

La Iglesia, lo sabemos, es el cuerpo de Cristo, indisolublemente unido a Él, que es la cabeza. Las edificaciones nos lo recuerdan. En ellas nos reunimos los que hemos sido salvados por Él para celebrar nuestra fe y alimentar nuestra pertenencia. Habitualmente lo hacemos mediante la escucha de la Palabra de Dios y la celebración de la Eucaristía. Algunas iglesias nos son especialmente queridas porque simbolizan de manera especial a la asamblea de los redimidos. Así la de Letrán, desde la que enseña el vicario de Cristo. Esta es la catedral de Roma y no la basílica de san Pedro, también muy venerable.

La Iglesia existe porque Jesús se ha entregado por ella y le da vida. Él es quien la sostiene. Precisamente por ello podemos verla como un gran río de gracia que recorre la historia y que lo va sanando todo a su paso. La visión de Ezequiel nos indica que la salvación que trae la Iglesia tiene la marca de la eternidad. Salva al hombre en este mundo, se encuentra con él (por eso es visible y por eso tenemos lugares de culto, que han de ser hermosos), y lo capacita para la eternidad del cielo.

San Cesáreo de Arlés, en una homilía dedicada a este día, vincula que queramos tener los templos limpios y luminosos con la disposición de nuestras almas. La hermosura de las construcciones despierta en nosotros el anhelo de ser santos. También, la celebración de este día nos lleva al agradecimiento por el don de la Iglesia y por la institución del Papado, tan importante para su peregrinación en el mundo.