Bueno, en unas semanas ya podremos consagrar y utilizar el nuevo templo. Mientras tanto seguimos en el barracón y, según me disponía a escribir este comentario, han entrado unos feligreses jóvenes pidiendo encender una vela en la Iglesia por su abuela que falleció hace un año. Entonces he caído en la cuenta que en la parroquia (ni en esta ni en la nueva), tenemos lampadario. Le pondremos a la abuela la próxima vela del Santísimo. En ocasiones uno está preocupado de tantas cosas que se le olvida lo que pide la gente sencilla, los que pasan un rato a rezar o quieren tener un recuerdo por sus seres queridos. me imagino que en los próximos meses se nos irán ocurriendo cosas que faltan y en las que no habíamos pensado, y seguramente las más fáciles. Somos así, centramos la cabeza en lo complicado y nos olvidamos lo sencillo.

“Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien”. Queremos hacer a Dios complicado y no nos damos cuenta que es el Dios de los sencillos. ¿Cómo te quiere Dios? No empieces a hacer elucubraciones complicadas o grandes discernimientos, simplemente déjate querer y lo descubrirás. ¿Quieres descubrir dónde está Dios? Acércate al sagrario más cercano, mírale, luego mira en tu interior y le encontrarás. ¿Quieres encontrar la alegría? Mira a los demás, especialmente a los más necesitados, como si fueran el mismo Cristo y sírveles como le servirías a Él. ¿Quieres rezar? Pues lánzate con un padrenuestro despacito.

Tengo que reconocer que me gustaría ser más listo, mas sesudo y hacer reflexiones profundas. Con complicadas disquisiciones uno suele quedar bien y puede estar tranquilamente en cualquier tertulia o participar en mesas redondas. Sin embargo tengo que reconocer que me han enseñado más de Dios los niños y las ancianitas que los teólogos. Cuando nos negamos a escuchar la voz de los sencillos (que no son los simples), nos solemos perder grandes luces del Espíritu Santo.

«¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.» El otro día me contaban de un sacerdote que daba un testimonio y contaba que se había dado cuenta que últimamente había pasado muchas horas escribiendo sobre Cristo para un libro…, y se había despistado de hablar con Él. ¿De qué valdría saber todos los datos de genealogía, número de carné de identidad y de filiación de la seguridad de tu madre si nunca la has dado un beso? Los mejores ratos de oración son -al menos para mi-, aquellos que surgen de pronto ya sea en el coche, al entrar en la Iglesia, dando un paseo o esperando en la antesala del médico y te sorprendes hablando con Dios. De pronto notas perfectamente lo que dice Isaías: “Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor”. Y no te queda ninguna duda de la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo.

Nuestra Madre la Virgen es la Virgen sencilla, que ella nos haga sencillos ante Dios y ante los demás.