Ya tenemos las llaves del templo y de todas las dependencias, y mientras se van tramitando las licencias vamos colocando las “cortinas” (bancos, imágenes, viviendas, remates…). Algunos de los feligreses nos piden ver la parroquia por dentro. Como yo ya estoy harto de verla (es un decir), no me doy cuenta que para muchos es la primera vez y luego lo comentan con ilusión: “¡He sido de los primeros en ver la parroquia!” Y la describen a otros. Disfrutar de las primicias de algo bueno siempre es agradable y, cuando para nosotros ya no es novedad, no nos damos cuenta que lo es para otros que lo disfrutan por primera vez.

“Jesús les preguntó: -«¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: – «Siete y unos pocos peces.» Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.” El milagro de la multiplicación de los panes siempre se ha interpretado con sentido eucarístico. Esos hombres que acudían a buscar un milagro encontraron, además, las primicias de otro. También los apóstoles se encontrarán con esas primicias en la última cena y no se darán demasiada cuenta de lo que estaba pasando. Y nosotros, cada vez que acudimos o celebramos la santa Misa estamos contemplando las primicias de otra cosa…, y muchas veces no la disfrutamos porque nos hemos acostumbrado. La Misa es una primicia del cielo. El cielo será como una eterna Misa: Estará Cristo, su Madre, los ángeles, los santos adorando, Dios Padre y el Espíritu Santo. Lo único que no habrá será sermón del párroco ni avisos al final. Decimos ahora y diremos entonces: “Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación”. Por eso, en cierta manera, cuanto más aprendamos a disfrutar de la Misa en esta vida más disfrutaremos del cielo

Os aseguro, y seguro que vosotros tenéis más experiencia que yo, que después de 20 años celebrando la Misa a diario y muchos días más de una, la Eucaristía es cada vez sorprendente. Cuando veo a un sacerdote que le da un arranque de espontaneidad o de creatividad y se pone a inventar los prefacios y las oraciones, me parece que me están dando un sucedáneo. Sin embargo, sentirse unido a toda la Iglesia peregrinante, purgante y triunfante, celebrar ante mucho o sólo con tu Señor es de una riqueza impresionante. Y por muchas veces que se celebre siempre hay “cestos llenos.”

Os invito a que, al menos durante este año de la fe, vayáis a Misa a disfrutar, a que os dejéis querer por Dios y a llevar ese amor a los demás. Olvídate si el sacerdote predica mucho o poco, bien o mal, si la parroquia es más bonita o más fea…, eso son los cestos: lo importante es lo de dentro.

María está siempre al lado del Sagrario y del altar. Cuando te despistes, te lleve la rutina i te entre el sueño, agárrate fuerte de su mano y disfrutarás.