Ya tenemos fecha para la dedicación del templo, el próximo día 20. Es una gran alegría y, dando gracias a Dios, pienso en todas las personas que colaboran y han colaborado e hacer posible esta parroquia. Algunos ya han pasado de este mundo y otros siguen aquí, dando el callo o la lata, según sea su misión. Así que estos días mi oración está llena de alegría y de agradecimiento. Es importante rezar con alegría.

“Siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy”. En ocasiones hemos hecho de la oración algo sesudo, seco y antipático. Sin embargo rezar es, y este tiempo de adviento nos lo recuerda, “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios”. Orar es esperar al Señor que llegará y eso es una gran noticia, que se espera con alegría.

Rezar con alegría por las personas que nos han acompañado en nuestra vida cristiana, por nuestros padres y hermanos, por las personas que nos han ayudado a creer más y mejor, por aquellos que nos han hecho daño y nos han ayudado a darnos cuenta de lo realmente importante, por aquellos a los que hemos podido hacer daño y nos han ayudado a moderar nuestro carácter.

¡Qué nuestra oración sea alegre! “Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia el oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente a la voz del Santo, gozosos invocando a Dios”. Que nuestras celebraciones sean alegres, la sonrisa en la cara nuestro pasaporte, la esperanza nuestro ceñidor.

Sé que las cosas están difíciles para muchos, que no encuentran buenas noticias, pero eso no está reñido con la alegría. Las dificultades también se pueden afrontar con alegría. María es maestra de alegría, que ella nos enseñe a sonreír por dentro y por fuera.