Cuando en conversaciones sale el tema de las posesiones, exorcismos y demás asuntos de esta índole la gente suele mostrarse curiosa. Hace poco uno me contaba una experiencia que vio en Mengujorge y era lo que más le había llamado la atención. Suele ser un tema que da para una animada conversación, pero que luego se queda ahí, de la acción del diablo y del resto de los espíritus inmundos solemos hablar poco en las parroquias, en las predicaciones, en la catequesis y, si uno lo hace un poco en serio, le llaman friky.

“Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:-« ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.»” La acción de los demonios en el mundo es patente para aquel que quiera verlo, pero hay muchos que lo niegan. Preferimos achacar los pecados a nuestra debilidad, a nuestro carácter o a un trauma de infancia, pero no a sentirnos tontamente engañados por una burda tentación. Sin embargo, el que achaca sus pecados al “yo soy así” suele pensar al final que está predestinado a pecar, que lo de la santidad es para otros o que –por lo menos-, yo tengo mi santidad particular pues Dios me ha hecho así. Y entonces la Iglesia se vuelve trasnochada, pensamos que no entiende al hombre y al mundo de hoy, que los curas son unos rancios…, y todo por justificar nuestro pecado.

Cuando uno toma conciencia de la acción del diablo se da cuenta que es bastante fácil de superar la tentación. Frente a Cristo el diablo se retuerce y sale. Luego, cuanto más unidos estemos a Cristo menos fuerza tendrá la tentación en nosotros. Los grandes santos han tenido grandes tentaciones…y grandes aliados. El rezo del rosario y la unión con Santa María, la lectura de la Palabra de Dios, la Eucaristía frecuente, la oración mental y la oración de los sentidos que es la mortificación, la caridad vivida hasta el extremo, el amor hasta a los que se consideran nuestros enemigos…, son armas potentísimas para expulsar las tentaciones. Entonces caes en la cuenta de que no es que “seas así”, sino que puedes –por la gracia de Dios-, ir haciendo que tu vida sea la Cristo y las tentaciones, cuando vengan, serán rechazadas sin ningún mérito por nuestra parte, pues cuando uno conoce lo bueno desprecia lo malo.

Cada día lo pedimos en el padrenuestro: “No nos dejes caer en la tentación”, eso nos impulsa a estar más cerca del que con su autoridad expulsa toda tentación.

El trato íntimo y cercano con nuestra madre del Cielo nos lleva a darnos cuenta que hemos elegido la mejor parte y ano perderla.