¡Qué mal día ayer! No sé si pequé yo o mis padres. La empresa constructora me había asegurado que ayer contrataríamos el gas natural y en un par de días empezaríamos a tener agua caliente y calefacción y, a primera hora de la mañana, me dicen que han vuelto a pelearse todas las empresas instaladoras y que todo se retrasa. Os imagináis mi alegría de seguir teniendo la parroquia a uno o dos grados y a los niños de catequesis con un par de abrigos cada uno (a las duchas de agua fría ya me voy haciendo). Así que hoy contrataré a otra empresa que empiece desde el principio, pero de la que me pueda fiar que van a acabar. Así que ayer estaba bastante enfadado. No me dio por dar puñetazos a las paredes (las paredes no sienten y además son nuevas y tendría que arreglarlas), así que me fui a ratitos –cuando me dejaban-, al Sagrario. Y siendo un día que estaba muy enfadado descubrí un montón de cosas buenas en las personas que acuden a la parroquia, en las que vinieron al confesionario, en la reunión de los sacerdotes –todos con ánimo y empuje-, hasta en los niños de catequesis que parece que están endemoniados. Y es que Dios no te quita de problemas, pero unido a Él uno descubre muchas más cosas que los problemas.

“En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío”. Buscar a Cristo, encontrarse con Cristo. Algunos buscan en Dios solución a sus problemas, pero a Dios hay que encontrarlo principalmente como el fundamento de toda la vida, su origen y su fin. Cuando uno se encuentra con Cristo y confiesa, a pesar de nuestra indignidad, que «Tú eres el Hijo de Dios,» entonces descubres que en la vida hay muchas más cosas que el problema que te embarga. No te lo soluciona, pero te ayuda a buscar la solución con otro ánimo y a poner el problema en su sitio, con la importancia que merece…, y no más.

“Jesús puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo…Esto es lo principal de toda la exposición: Tenemos un sumo sacerdote tal, que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos y es ministro del santuario y de la tienda verdadera, construida por el Señor y no por hombre.” Cuando uno mira a Cristo empieza a descubrir la hondura, la profundidad, la anchura y la grandeza de la vida. Vida que no se queda en “este problema” sino que va mucho más allá y, por eso, con medios o sin medios, con salud o sin ella, con fuerzas o en debilidad, santos o pecadores, descubrimos la grandeza de la vida, las ganas de vivirla con toda intensidad y de llevar a muchos a conocer y tratar a Cristo.

Dentro de poco voy a un viaje a Tierra Santa. Creo que allí será mi primera ducha con agua caliente en un mes, lo que me hace pensar que Jesús jamás se ducharía con agua caliente. ¡Je!.

Que la Virgen María nos ayude en este día a ir descubriendo la grandeza de Dios para ir así descubriendo la grandeza de la vida.