Nos es que pueda, es que sólo me queda uno. Uno de los cargadores de teléfono, tableta, ordenador o radio…, todos los demás cables han sido mordisqueados por un cachorro que inexplicablemente aún no ha muerto electrocutado. Tiene una habilidad especial para mordisquear y destrozar los cables. Ahora voy cargando las cosas de una en una y quedándome sin batería  varias veces al día. Hasta que harto de depender de estar cerca de un enchufe empiezas a pensar que no hace falta estar todo el día pendiente del correo electrónico, del último mensaje, del teléfono constantemente.  Se puede usar todo de una manera más racional y menos dependiente. Cuesta a mucha gente dejar el teléfono o no encender un día el ordenador…, aunque hay mucha más gente que no tiene teléfono móvil, ni ordenador ni algo que comer hoy. Cuando nos acostumbramos a tener cosas parece que el corazón se nos apega y nos parece que no podemos vivir sin cosas y nos vamos haciendo más y más dependientes y, por lo tanto, más esclavos.

«Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Todo. Puede parecer que es una tarea para toda la vida y por lo tanto imposible. Y pude pasar que al pensar que es una tarea casi inalcanzable lo dejemos pasar y vayamos aceptando que poco a poco se vayan asentando cosas que nos parecen indispensables, sin las que podemos vivir y por lo tanto nunca nos entreguemos del todo a Cristo, o pensemos en entregarnos para recibir algo a cambio. Pero Jesús nos lo deja bien claro: «Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. Muchos primeros serán últimos, y muchos últimos primeros.»

Pero sólo puede quedar uno: Cristo. Un solo cargador de nuestra vida, el Señor, la oración y la caridad que es la oración en acción. Luego todo lo demás irá detrás. Descubriremos que no hay tantas cosas esenciales, imprescindibles, sin las que podamos vivir. Llegaremos al “sólo Dios basta” de Santa Teresa. Es posible, no es una quimera y, por lo tanto, vale la pena ir dejando cosas que estorban en nuestra vida y quedarnos sólo con el que perdura. “Da al Altísimo como él te dio: generosamente, según tus posibilidades, porque el Señor sabe pagar y te dará siete veces más. No lo sobornes, porque no lo acepta, no confíes en sacrificios injustos; porque es un Dios justo, que no puede ser parcial.”

Pidámosle a la Virgen que, como ella, no nos dejemos nada que nos impida darnos del todo y entonces encontrar la alegría…, aunque sea con persecuciones.