Ayer fue una tarde un poco de locos, se iban juntando cosas, gente –incluso personas-, y cada una con su peculiaridad, su problema, su petición, su agradecimiento. Desde lo más administrativo (si algo en un despacho parroquial puede llamarse administrativo) de pedir un crédito de unos cuantos millones de euros para pagar la parroquia, apuntar un bautizo o hacer unos expedientes matrimoniales, ayudar a un joven enganchado en tonterías o a quien su jefe quiere darle una patada en el trasero y echarle de la empresa, a personas que buscaban reconciliarse con Dios en la confesión o el funeral de un joven al que le ha fallado el corazón. Asuntos variopintos, pero que a los que vas descubriendo un punto en común: todo nos lleva hacia el sagrario, hacia Cristo. Antes –y todavía me pasa muchas veces-, terminaba esas tardes “aturullado”, iba de una cosa a otra queriendo ser muy eficaz, pero cansándome y me salía el mal humos al final del día. Ayer, gracia de Dios, veía que el crédito lo pedíamos para tener el Sagrario en el barrio, los que querían bautizar a su hijo querían acercarle a Cristo, los que se iban a casar descubrían el amor como don de Dios, el que está enganchado puede engancharse a Jesús y hasta el que quieren despedir –que seguramente lea este comentario-, vino de los primeros a contárselo al Sagrario. Por supuesto la fe de la mujer e hija que han perdido a su marido y padre en la juventud y los que querían reconciliarse con Dios buscaban a Cristo. Y entonces descubres que cada momento puede ser una maravilla.

“Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás.” La Fiesta de la Visitación de María a su prima Isabel para terminar el mes de mayo es el abrazo de dos mujeres con Jesús en medio…, literalmente. Y por eso las dos están al servicio la una de la otra, las dos viven la auténtica humildad de saberse elegidas por Dios y entonces sólo pueden proclamar la grandeza de Dios. Ni murmurar, ni quejarse, ni distraerse en tonterías ni querer ser “eficaces”, simplemente alabar a Dios en su grandeza. Y llevar a Dios dentro para llevar a los demás a Dios. Yo no cuento, cuenta Cristo.

Por eso acabar el mes de mayo con esta fiesta, preparándonos para el día del Corpus, de la mano de María, es una maravilla. Y hoy tu día puede ser maravilloso. Tal vez sea con la rutina de todos los días, o en la cama sobrellevando la enfermedad, o en paro buscando algo de alimento para tus hijos…, pero puede ser maravilloso, puedes encontrarse con Jesús de la mano de la Virgen.

Hoy a las 20:00 rezaremos el Santo Rosario unidos al Papa. Si todos los católicos rezásemos hoy juntos a María y el Domingo estuviésemos una hora de contemplación ante el Santísimo en la Eucaristía (en la parroquia lo haremos… ¿Y en la tuya? ¿Y en tu casa?), el mundo, estoy convencido, cambiará. ¡Vamos a proclamar las maravillas de Dios!