Comentario Pastoral
SUPERAR LA MUERTE CON LA VIDA

Todos somos llamados a superar el miedo a la muerte, a vivir la vida con óptica pascual, a fortalecer la esperanza, que hace vencer un existencialismo de mirada corta.

Un riguroso paralelismo une la lectura del antiguo testamento y la del Evangelio. El profeta Elías es mediador e intercesor ante Dios para devolver a la mujer viuda su hijo muerto. El comportamiento de Jesús ante la viuda de Naín es diverso: «Muchacho, a ti te lo digo, levántate», porque él es el Hijo que da la vida, el que es vida para el creyente. Cristo siempre se hace el encontradizo, porque es la verdadera Vida, con la procesión de los que viven como muertos sin fe y sin esperanza.

En dos lectura de este domingo nos encontramos con la realidad de la muerte, cortando en flor la vida de dos jóvenes, hijos únicos de madres que quedan solas, las viudas de Sarepta y de Naín. ¡Qué dura es la muerte! Su osadía siempre inquieta es una amenaza constante, aunque tolerable, cuando la vemos de lejos. Sin embargo, cuando la experiencia de la muerte nos rodea, entra en nuestra casa y hace presa en un ser querido, entonces salta el dolor.

La muerte de un joven subraya especialmente la contradicción de la vida y del futuro del hombre. Su cuerpo muerto genera preguntas, despide cuestiones casi incoportables, enfrenta ante el destino y el sentido de todo. La muerte está rodeada de desconcierto, estupor y amargura. Cuando dejamos de ser espectadores en la plaza del mundo y descendemos a la arena de la verdad, entonces tenemos que mirar a la muerte de frente y con lucidez, para que no nos coja desprevenidos y podamos sufrir una cornada fatal.

En medio del enigma de la muerte, el creyente celebra la fe en el Dios que salva, en el Dios que no es Dios de muertos, sino de vivos. Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia afirma que el hombre ha sido creado para un destino feliz; por eso proclama la esperanza en la resurrección. Si nos volvemos y convertimos a Cristo, lo descubriremos como vencedor de la muerte con la obediencia y calidad de su vida.

Hay que hacer que los caminos de muerte sean caminos de vida, viviendo al estilo de Jesús. Ser cristiano significa defender la vida siempre, ayudar a vivir, anunciar la vida verdadera, creer que después de la muerte hay eternidad.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Reyes 17,17-24 Sal 29
Gálatas 1,11-19 San Lucas 7,11-17

Comprender la Palabra

El autor del libro de los Reyes no quiere componer una biografía completa del gran profeta, sino poner de manifiesto el enfrentamiento entre profetas y reyes, y señalar el cumplimiento infalible de la Palabra de Dios. El mensaje que quiere subrayar el autor es afianzar y revalidar el carácter profético de Elías. Los signos que Dios le concede realizar tienen como objetivo garantizar la autenticidad y validez de su misión, como ocurrió en la historia de Moisés según la versión del texto actual del Éxodo. Y llegará a su plenitud en la historia de Jesús. Los milagros son signos que orientan hacia el reconocimiento de la misión profética de los enviados por Dios.

El fragmento de la segunda lectura corresponde a la sección dedicada a la defensa personal de Pablo. Se recoge también el acontecimiento de la vocación de Pablo para el ministerio apostólico, especialmente entre los gentiles. Realizada ya una primera etapa de evangelización, Pablo siente la necesidad de subir a Jerusalén. Allí está Pedro que fue elegido especialmente por Jesús para la tarea de Pastor de la Iglesia. Este encuentro entre Pablo y Pedro significa la preocupación por una Iglesia unida, en concordia y entregada a la misma tarea: anunciar a Jesucristo a todos los hombres para que participen en la salvación. Pablo reconoce que su misión y la de Pedro deben armonizarse, porque el que le llamó a él llamó también a Pedro.

Terminado el tiempo pascual, reanudamos la lectura semicontinuada del evangelio según san Lucas, que se interrumpió al empezar la Cuaresma. Corresponde a este domingo una de las páginas más emotivas: la resurrección del joven de Naín. «¡No llores!». Jesús se conmovió. El verbo que emplea aquí el evangelista en el texto griego es sumamente expresivo: indica una compasión «entrañable». En el encuentro con el supremo dolor de aquella madre, el evangelista nos invita a contemplar el corazón de Cristo. Ternura de infinito amor, a un tiempo humano y divino.

Los milagros son siempre signos de salvación. El Hijo de Dios no vino precisamente para suprimir en este mundo las enfermedades ni para regalar a unos recién muertos unos años más de existencia mortal. La resurrección del joven de Naín, la de la hija de Jairo y la de Lázaro son en el evangelio imagen sorprendente y profecía en acto de la resurrección a la vida divina, la que Jesús nos comunica cuando nos incorpora a su propia Resurrección. La que se nos anticipa en el Bautismo.

Jesús realiza este milagro sin otros gestos que el de la palabra de vida que impera sobre la muerte. Al mandato de Jesús surge la vida de nuevo. Y se lo entregó a su madre. Último gesto de la delicadeza de Jesús para con los que sufren. Abundan en los evangelios estos rasgos de la actuación de Jesús, aunque de modo singular están presentes en el relato lucano.

 

mejorar la celebración

La Oración de los fieles en la celebración litúrgica (1)

Una de las mayores novedades litúrgicas introducidas por la reforma conciliar del Concilio Vaticano II ha sido la restauración de la Oración de los fieles. Se habla de restauración ya que la Oración de los fieles ya existía en la Iglesia, pero desapareció, en algunas comunidades, durante
los últimos siglos.

Para comprender y realizar correctamente esta Oración hay que distinguir entre lo que es el contenido -que debe ser siempre oración de súplica por las diversas necesidades del mundo- y lo
que son únicamente las posibles formas literarias de las mismas.

La Oración de los fieles, por su propia naturaleza, debe ser siempre: 1) de petición (no de alabanza ni de piadosa reflexión en torno a las lecturas); 2) y oración por las necesidades del mundo, no por los deseos, o sentimientos de los propios orantes. Nunca por ello esta oración puede consistir en peticiones personales (y menos aún de súplicas espontáneas de los fieles). Por
lo que respecta a su forma literaria puede ser litánica, o consistir en una serie de colectas presidenciales, o brindar incluso espacios de silencio después de sugerir determinadas peticiones. Esta oración es la intercesión de los bautizados (fieles) por sus hermanos los hombres (por eso precisamente esta intercesión universal se denomina Oración de los fieles, es decir, de los bautizados).

El Misal de Pablo VI (1970) precisa que «en la oración universal u oración de los fieles, el pueblo ejercitando su oficio sacerdotal, ruega por todos los hombres. Por ello es conveniente que esta oración se haga normalmente en las Misas en las que participa el pueblo, de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren alguna necesidad y por todos los hombres y la salvación de todo el mundo». La Oración de los fieles es, pues, el ejercicio del sacerdocio de los bautizados a favor de todos los hombres.


Ángel Fontcuberta

Para la Semana

Lunes 10:

2Co 1,1-7. Dios nos alienta hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en la lucha.

Sal 33. Gustad y vez qué bueno es el Señor.

Mt 5,1-12. Dichosos los pobres en el espíritu.
Martes 11:
San Bernabé, apóstol.

Hch 11,21b-26;13,1-3. Era bueno y lleno de Espíritu Santo y de fe.

Sal 97. El Señor revela a las naciones su justicia.

Mt 5,13-16. (Leccionario IV). Vosotros sois la luzdel mundo.
Miércoles 12:
2Co 3,4-11. Nos ha hecho servidores de una alianza nueva: no basada en pura letra, sino en el espíritu.

Sal 98. Santo es el Señor nuestro Dios.

Mt 5,17-19. No he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Jueves 13:
San Antonio de Padua, pb. y dr.

2Co 3,15-4,1.3-6. Dios ha brillado en nuestros corazones, para que nosotros iluminemos, dando a conocer
la gloria de Dios.

Sal 84. La gloria del Señor habitará en nuestra tierra.

Mt 5,20-26. Todo el que esté peleado con su hermano, será procesado.
Viernes 14:
2Co 4,7-15. Quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con
vosotros.

Sal 115. Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza.

Mt 5,27-32. El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero.
Sábado 15:
2Co 5,14-21. Al que no había pecado, Dios le hizo expiar nuestros pecados.

Sal 102. El Señor es compasivo y misericordioso.

Mt 5,33-37. Yo os digo que no juréis en absoluto.