Comentario Pastoral

¿QUIÉN ES CRISTO?

Los cristianos debernos hacernos dos preguntas: ¿Quién es Cristo para mí? ¿Quién soy yo para Cristo?». Reconocer a Cristo como verdadero Dios y verdadero hombre obliga a revertirse de Cristo, es decir, alcanzar el verdadero «ser cristiano». Todos tenemos que meditar la respuesta del apóstol Pedro, que por reconocer el primero en Jesús al Mesías, lo convierte en fundamento primero de la Iglesia. Jesús se apresura a decir que su mesianismo, su salvación, pasa necesariamente por el dolor y la cruz; que seguirle es negarse a sí mismo; que sólo vale algo la vida si se entrega por los demás.

Hay preguntas que parecen inútiles y superadas, pero que son fundamentales, La pregunta de Cristo «¿quién decís que soy yo?», que se lee en el Evangelio de este domingo, es una pregunta que cuestiona seriamente y compromete la decisión consciente de seguirlo,

No bastan las respuestas sabidas del catecismo. No vale evadirse: «unos dicen … otros dicen…. los de más allá ignoran, etc». Hay que responder desde la experiencia de la fe, con el valor de la esperanza y en la sinceridad del amor. Solamente se puede llamar cristiano a quien sabe responder a esta pregunta fundamental.

¿Quién es Dios? ¿un ser lejano? ¿alguien que habita en el cielo o en morada que no sabemos ubicar con exactitud? O por el contrario, ¿el Dios en quien creemos es el Padre de Jesucristo y nuestro Padre? Evidentemente, es un Dios desconcertante, un Dios que no acabamos de entender del todo porque sus caminos no son nuestros caminos. Es un Dios que sentirnos cerca y al que escuchamos porque creemos en su Palabra, que se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros.

El Dios revelado por Jesucristo no es un remedio de emergencia, una medicina de última hora para los casos desesperados, cuando todo falta. Dios es plenitud, vida, amor y salvación. Creer en Dios es admitir lo eterno en nuestra finitud y saber que también se nos revela en lo opaco, en lo desconcertante. Por eso la fe supone riesgo, decisión; no es vacío, sino firmeza. A veces la fe es vivir en un interrogante profundo, que nos hace más sinceros y auténticos.

Andrés Pardo

 

Palabra de Dios:

Zacarías 12, 10-11; 13, 1 Sal 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9
san Pablo a los Gálatas 3, 26-29 san Lucas 9, 18-24

Comprender la Palabra

El misterioso texto atribuido al profeta Zacarías le servirá de meditación al evangelista Juan a mirar a Cristo «traspasado» en el Gólgota (Jn 19,37) y contemplándolo glorioso desde Patmos (Ap. 1,7). El contexto es una colección de oráculos en los que el profeta anuncia la renovación de Jerusalén, mediante la liberación de sus enemigos primero y de sus pecados después.

El proyecto de Dios se dirige hacia un final glorioso. Las palabras del profeta centran nuestra atención y nuestro pensamiento hacia ese centro de la salvación que ha establecido Dios. Se cumplirá en el Mesías y en la donación del Espíritu con la esperanza de la consumación.

El fragmento de la Carta a los Gálatas resume la situación de los justificados por la fe en cuatro perspectivas de una misma realidad: a) son hijos de Dios, en Cristo; b) se han transformado en imagen y actitud de Cristo (metáfora del revestimiento, aludiendo a la túnica del rito bautismal): c) por encima de sus diversidades, constituyen la más absoluta unidad místico-sociológica; d) realizan el Pueblo de Dios (la promesa de Bendición universal prometida a los «hijos» de Abrahán).

En la nueva creación aparece de nuevo el sentido universal de la salvación. Pero ahora el centro es Cristo Jesús como Salvador universal y en consideración a él el Padre admite a todos los hombres. Dios ya no mira a los hombres en sí mismos, sino que los contempla a través de su Hijo que los amó y se entregó por todos. Al hombre se le invita a que se abra amorosamente a ese Dios que se le acerca en la cruz de Cristo Jesús y este es el objeto central de la fe. Con este acto de fe el hombre reconoce que Jesús es realmente el único y verdadero Salvador y liberador de la humanidad.

La lectura del evangelio de Lucas llega hoy a un punto culminante, que recapitula la primera parte (manifestación de la personalidad de Jesús) al mismo tiempo que prepara la segunda (el largo «Camino a Jerusalén»).

El contexto de la escena se sitúa en Cesarea de Filipo. Supone un punto de llegada importante en el reconocimiento de su misión por sus discípulos y, a la vez, un punto de partida ascendente en su camino hacia la cruz y la gloria.

Hoy somos invitados en medio de nuestras dudas y búsquedas, a dar el salto necesario que partiendo de la humanidad de Jesús, alcance a su verdadera naturaleza y que fundamenta realmente la esperanza de la humanidad. Para esta tarea somos convocados los cristianos: por la palabra y el testimonio sincero podemos ofrecer al mundo la clave que necesita para interpretar los avatares de su historia.

Hoy como ayer el creyente debe estar atento para que no se desvirtúe el verdadero mesianismo, la verdadera misión de la Iglesia en el mundo. Comprometida con lo temporal, anuncia y proclama que el verdadero mesianismo, la verdadera esperanza de los hombres trasciende la historia, la temporalidad y las barreras de este mundo.

Ángel Fontcuberta

 

mejorar la celebración

Solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista

 

La situación de esta solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista el 24 de junio, está motivada por las palabras del ángel a María: «Ya está de seis meses la que llamaban estéril» -la madre de Juan- (Lc 1,36), en la escena de la anunciación celebrada, no hay que olvidarlo, tres meses antes. Así, el 25 de marzo -la anunciación-, el 24 de junio -natividad del Bautista- y el 25 de diciembre -natividad del Señor- guardan entre sí mutua relación.

Esta celebración del nacimiento de san Juan Bautista, el 24 de junio, se encuentra ya en África en tiempos de san Agustín (354-430); y el más antiguo sacramentario de la liturgia romana, llamado Veronense, tiene así mismo la celebración de la vigilia.

Esta solemnidad presenta la figura del Precursor a través de la narración del anuncio de su nacimiento hecho por el ángel a Zacarías (Lc 1,5-17), así como la aplicación al Bautista del pasaje que describe la vocación y la misión del profeta Jeremías (Jer 1,4-10: 1ª Lectura). La elección del profeta Jeremías, «consagrado antes de salir del seno materno», se aplica a Juan, santificado en el vientre de su madre por la proximidad con el Hijo concebido y todavía no nacido de María en el momento de la Visitación (cf. Lc 1,15-44).

Las oraciones de la Misa vigiliar, coincidirán en pedir para la comunidad cristiana el poder «caminar por la senda de la salvación, para que, siguiendo la voz del Bautista, el Precursor, pueda llegar con alegría al Salvador que él anunciaba» (oración colecta). La misa del día, en cambio, centra su atención en el nacimiento del Bautista y en la austera vida que adoptó «hasta el día de su manifestación a Israel». La eucología y el prefacio manifiestan la alegría que la fiesta del nacimiento de Juan produce en toda la Iglesia. Juan no sólo anunció la venida del Salvador al mundo, sino que lo mostró ya presente entre los hombres (cf. oración sobre las ofrendas).


Ángel Fontcuberta



 

Para la Semana

Lunes 24:
Natividad de San Juan Bautista. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan, para dar testimonio de la luz y preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto.

Is 49,1-6. Te hago luz de las naciones.

Sal 138. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente.

Hch 13,22-26. Juan predicó antes de que llegara Jesús.

Lc 1,57-66. Juan es su nombre.
Martes 25:
Gn 13,2-5-18. No haya disputas entre nosotros dos, pues somos hermanos.

Sal 14. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

Mt 7,6-12-14. Todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos.
Miércoles 26:
Gn 15,1-12.17-18. Abrán creyó a Dios, y le fue contado como justicia, y el Señor concertó alianza con él.

Sal 104. El Señor se acuerda de la alianza eternamente.

Mt 7,15-20. Por sus frutos los conoceréis.
Jueves 27:
Gn 16,1-12.15-16. Agar dio un hijo a Abrán, y Abrán lo llamó Ismael.

Sal 105. Dad gracias al Señor porque es bueno.

Mt 7-21-2. La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.
Viernes 28:
San Ireneo, obispo y mártir. Memoria.

Gn 17,1.9.10.15-22. Sea circuncidado todo varón entre vosotros en señal de la alianza. Sara te va a dar un hijo.

Sal 127. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

Mt 8,1-4. Si quieres, puedes limpiarme.
Sábado 29:
San Pedro y San Pablo, apóstoles. Solemnidad.

Hch 12,1-11. Ahora sé realmente que el Señor me libró de las manos de Herodes.

Sal 33. El Señor me libró de todas mis ansias.

2Tm 4,6-8.17-18. Me está reservada la corona de la justicia.

Mt 16,13-19. Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.