Es la segunda vez que escribo este comentario, la primera se borró misteriosamente sin dejar huella. Siempre es un miedo que pase esto con la informática, y cuando empiezas a guardar cosas en “la nube” siempre temes si estará o no estará la próxima vez que vuelvas. Si alguien dice que tiene miedo de algo se le mira con cierta misericordia, pensando “Pobrecilllo, ya aprenderá”. Parece que el miedo se desprecia y cuando uno se hace adulto debe dejar de tener miedo, sin embargo un dicho popular dice que “El miedo guarda la viña”.

“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo”. Aunque vivamos siempre queriendo superar el miedo la sociedad es muy miedosa. Creemos controlarlo todo desde la ciencia y la tecnología, pero tenemos miedo a perder el trabajo, el dinero, el prestigio, a la persona amada, la reputación…. Miedos comprensibles, aunque no muy confesables, pues nos da vergüenza. Muchas veces la Palabra de Dios nos recuerda que no tenemos que tener miedo a todas esas cosas. “Hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados.” Confiar en la providencia nos libra de muchos miedos. Confiar en la providencia significa vivir cada circunstancia de nuestra vida como una gracia de Dios, en la que el Señor no nos abandona en ninguna situación de nuestra vida y hasta de las situaciones que llamamos “malas”  Dios puede sacra bienes.

Pero sin embargo, quedándonos con los miedos más triviales, hemos perdido el miedo a lo que si deberíamos temer. Al que puede matar el alma y el cuerpo. Hemos despreciado el pecado, incluso se ofrece como atrayente, deseable o, en muchos casos, indiferente para nuestra vida. Ojalá no hubiéramos perdido el miedo al pecado ni lo hubiéramos despreciado como indiferente. Es verdad que lo importante es vivir en gracia y crecer en la virtud y en el amor a Dios y a los demás por Dios, pero un poco de miedo nos ayuda a no acercarnos a aquél que sólo quiere nuestra perdición.

María es madre de la gracia y nos acompaña aún en nuestros miedos. Algunas tentaciones sólo se vencen huyendo y el miedo nos da alas.